Música para leer

viernes, 23 de noviembre de 2012

Recapitulando.


La plaza estaba llena de gente. Aún se podía ver el azul del cielo, y la claridad del sol a lo lejos. Corría un fuerte y frío viento que me helaba los huesos. Llevaba ropa negra de pies a cabeza como en cada concierto. Si no fuera por el escenario y mi instrumento todos pensarían que me envolvía en luto.
Me acerqué a algunos otros compañeros para saludarles cuando de repente, pasó. Alguien tocó mi espalda solicitando mi atención. Mi mente no llegó a ninguna suposición antes de que me volviese y la viera. Por una milésima de segundo en el mundo, se paró el tiempo. Yo no podía creer lo que veía, no podía digerir aquella imagen ante mis ojos. Un impulso en mi cuerpo me hizo reaccionar con algo que llevaba meses esperando. El abrazo fue único, grande, codicioso. Nos agarramos tan fuerte la una a la otra como lo habíamos hecho siempre. Volvieron momentos y lágrimas. La escuchaba sorber su propio llanto, gotas que hablaban cayendo sobre mi hombro igual que antaño. Caían y caían mientras nos estrechábamos con más fuerza. Todos observaban y se preguntaban en su mente por alguna razón, pero nosotras ni lo pensábamos. Fue como si una cámara diera vueltas a nuestro alrededor, porque ahora las protagonistas volvían a unirse de nuevo. Nosotras dos niñas, adolescentes y jóvenes. La tímida y la revoltosa. Toda nuestra historia vivía una vez más.
Recuerdo verla el primer mes de clase en nuestro instituto nuevo, saltando, haciendo tonterías y llamando la atención. Recuerdo cuando ocupábamos asiento en las gradas de la cancha para ver como los chicos que nos gustaban jugaban al fútbol. Cuando me contaba todos sus viajes o los libros que nos leíamos, o las matemáticas inentendibles las compartíamos.
Fotos, mil fotos que siempre estábamos dispuestas a hacernos. Peinados y nuevos estilos. Canciones y películas de amor que siempre nos anotábamos en la agenda para no olvidar descargarla. Y para qué hablar de la agenda, siempre totalmente decorada, con mil colores y cenefas distintas. Nos llevábamos los bolígrafos equivocados al tenernos siempre al lado, y la mesa terminaba llena de conversaciones a lápiz. Incluso las hojas sueltas que encontrábamos las aprovechábamos grabando frases interesantes o graciosas de los profesores. Recuerdo cuando estuviste ahí en primera fila con pancartas animándome para que ganara el concurso de talentos, cosa que logré. Recuerdo perfectamente mi miedo de atravesar el pasillo hacia clase en los días de mi cumpleaños porque sabía el brutal abrazo y rotura de tímpano que me esperaba, ya que te colgabas de mí con brazos y piernas.
Llevo escuchando tu nombre en la lista desde que tengo trece años. Cada curso en cada clase y cada hora. Tus apellidos, el alemán y el italiano, y tu nombre, especial porque se escribe con dos eses, lo que todos confundían siempre.
Sé todas las veces que reímos juntas hasta estallar y también los que lloramos por una cosa o la otra. Como ahora. Estamos aquí una vez más, aferradas la una a la otra, recapitulando. Y no quiero soltarte, no quiero soltarte porque tengo miedo al futuro, a no saber el momento en que volveré a verte, aunque puede ser pronto, sigue sin ser mañana. Pero por ahora seguimos aquí, disfrutando de una gran historia, la nuestra.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Estanterías sin respuesta


Es complicado cuando no sabes lo que quieres. Es complicado cuando tienes que elegir algo que  va a subsistir en tu futuro  y a lo que te tendrás que dedicar el resto de tu vida. Es complicado cuando hay demasiadas opciones o hay muy pocas.
 El verdadero problema está cuando sientes inclinación por varias cosas, y además una inclinación apasionada. No sabes si es ciencia o arte. No sabes si son las estrellas o los cuadros. No sabes si son las catedrales o los laboratorios. Los elementos químicos o las notas musicales. Literatura  o fórmulas. Pensamientos o leyes. No sabes si  es la investigación o la admiración. Reflexionas entre Einstein y Dalí. Entre la relatividad o la imaginación. Descubrir algo nuevo o  divagar por la antigüedad. Analizar o disfrutar.  Intriga o pasión. La mente o el corazón, o puede que ambos.
Sabes que esforzándote puedes conseguir lo que quieres, pero no sabes qué elegir.
Y aquí estoy yo, Intentando divisarme más allá, dentro de unos años, pero no consigo ver nada, solo una imagen borrosa que no transmite más que confusión.
 La pregunta es, ¿para cuál de ellas fui creada?
A veces siento que me engaño a mí misma. Es como si intentara escoger algo que no es para mí, que no está hecho para mí por mucho que intente convencerme.  Y tengo miedo de escoger mal, tengo miedo de no aprovechar lo que soy al cien por cien. Quiero ser una persona apasionada con lo que hago, algo que realmente me llene, algo que pueda utilizar y a la vez algo con lo que pueda ser utilizada.
Sé que me encantan los libros, me apasiona  que entre tanto papel y tinta se pueda esconder un mundo fantasioso, una historia de amor, o  la vida de alguna persona que nos dejó su legado. Pero también sé que me intriga el universo, me intriga que esté repleto de cuerpos celestes,  de vacío y  materia oscura.
Me encantan los sentimientos, me encanta que la historia, los monumentos y  los lienzos hoy en día aún nos transmitan algo. Me encanta lo impresionante y  grandiosa que es la naturaleza.
Siempre me han dicho que lo llevo dentro, que tengo talento, que siento y que me fijo en los detalles. Que al escribir engancho a la gente, los remuevo por dentro y les hago llegar a mi mundo.  Dicen que mi voz transmite algo, sensibilidad en las palabras, en el contenido de la melodía. Al tocar el piano me relajo y le desvelo mi dolor.  En los museos de arte siento  gran admiración. Las construcciones históricas me hacen viajar al pasado y pasear entre caballeros y tapices de oro. Puedo percibir el tintineo de las espadas, el roce de los vestidos de ceremonia en las escaleras de madera.  Cuando contemplo las esculturas de mármol siento curiosidad, y ellas me miran como si estuvieran vivas.
¿Puede que realmente me esté engañando? Puede que sea una artista y no me haya percatado de ello.  Puede que corra por mis venas la inspiración y la destreza que el arte conlleva y no haya notado con suficiente fuerza sus latidos. Quizás por eso siempre observo cada movimiento, las miradas y la lluvia. Callada, sin decir nada. Pensando, siempre pensando.
Escribo horas seguidas sin darme cuenta, revivo la música clásica y medito en cada  pintura.
Puede que no sea una cosa o la otra, ambas nos llevan a la fascinación en su esencia. Pero también ambas forman su mundo independiente, diferente.
Estoy confusa. Estoy confusa por saber  que aún no se si se algo. Mi mente divaga por estanterías sin respuesta. Necesito un libro pero no sé donde está, no sé dónde encontrarlo, ni en donde buscarlo. La biblioteca es muy grande  y no tiene ninguna señal que me guíe. Tengo que encontrar ese libro cuanto antes pero no hay manera, mi corazón empieza a latir más y más rápido, y no puedo contener mi propia respiración. El tiempo pasa sin darnos cuenta pero sigo buscándolo, deseando que el reloj de arena no llegue a su fin sin que yo  tenga la respuesta en mis manos. A lo lejos hay una luz, es la del sol que me llama a la tranquilidad, así que le sigo y me siento.
Tiempo después sigo aquí, en mi ventana, sola, con una taza de té caliente, un libro, la brisa del otoño y el cantar de los pájaros. Disfrutando de los colores del atardecer y del caminar de la gente.  Considerando el saber o no saber. 

lunes, 5 de noviembre de 2012


Es un gesto, una mirada. Es una sonrisa que reluce entre la gente. Son rostros que transmiten armonía familiar, abrazos que liberan a la dolorosa soledad. Las caricias y entrelaza las manos observando el mar. Besos los de la madre, comida la de la abuela. Los regalos del corazón y los talentos. Es bailar bajo la lluvia, cantar mirando al sol. El amanecer que amanece y amaneciendo amaneció para no repetirse más. Agua fresca, chocolate caliente. La melodía de los árboles, la percusión menor correteando por el bosque. La brisa fresca de la noche de verano. Sentarse en un banco al lado de la playa y escuchar lo que los grandes océanos te pueden llegar a decir. Leer Romeo y Julieta o escuchar a Beethoven. Palpar las teclas del elegante piano, y hacer de él tu propia historia. Escribir y plasmar sentimientos, momentos y recuerdos a la luz tenue de una vela. Admirar la singularidad de Dalí o la arquitectura de Gaudí, momento que te transmite algo que nunca te volverá a transmitir. Es una frase, o una palabra. Es todo eso que no se volverá a repetir.
 Porque son momentos únicos, sensaciones, vivencias, segundos sensacionales, inolvidables e indescriptibles. La vida está repleta de segundos que no sabemos apreciar. Apreciamos cosas despreciables, que al fin y al cabo, por apreciarlas, perdemos el juego. 
Pero ahí está la literatura, para que quienes están ocupados con esas cosas despreciables, tengan un momento y paren. Que paren para pensar en dos palabras: Carpe Diem. Entonces, empiezan de nuevo.

martes, 23 de octubre de 2012

Resguardándome del frío

La verdad es que no tengo ganas de escribir ahora, y cuando no tengo ganas de escribir no me gusta ponerme a escribir porque si me pongo a escribir y no tengo inspiración para escribir sobre algo, no me gusta lo que termino escribiendo. Aunque puede que si cuando escribo me pongo a inventar salga algo, pero al fin y al cabo si escribo sin querer ponerme a ello nunca será lo mismo que si me pongo a escribir algo que realmente hago porque siento que debo escribirlo.
Ahora como ya he empezado, supongo que debería continuar.
Hoy es uno de esos días en los que me levanto totalmente despelujada, me siento en la cama con cara de muerta y me convenzo a mi misma en menos de un segundo de que no pienso hacer hoy la cama. Me quito las sábanas de encima y voy al baño, ignorando por ahora recomendablemente mi imagen en el espejo. Me lavo la cara y recojo mi pelo en una especie de coleta, me pongo las lentillas y regreso a mi cuarto. Tenía una ropa elegida desde el día anterior, pero no conjunta con mi carácter hoy así que abro el armario y voy directa a la camisa que me llama. Una muy sencilla, de color azul marino sin nada que resalte ni llame la atención. Luego escojo unos vaqueros cualquiera y me pongo mis "all star" de diez euros. Hace frío así que también me pongo mi rebeca de color negro y salgo a desayunar. Diluyo en sandwich y saboreo el jugo, luego me lavo los dientes e insisto a mis dos hermanos y mi madre para que no lleguemos tarde. Antes de salir, me suelto el pelo.
Cuando llego al instituto me dirijo hacia mi clase, que está casi vacía y oscura, una oscuridad que me hace sentirme arropada.
A partir de aquí la mañana transcurre. Pasan por mis ojos varios profesores diferentes, distintas informaciones y otros cuantos apuntes más.
Ha hecho frío toda la mañana, así que mi pelo y mi rebeca siguen en el mismo sitio proporcionándome calor.
Cuando acaban las clases vuelvo a casa, donde por desgracia para almorzar hay potaje, hoy lunes. Al menos está caliente.
Voy a mis cuarenta minutos matutinos de natación y vuelvo, me ducho, me pongo cómoda y me abrigo. Me siento en mi escritorio y por fin me siento bien. Siento que ya no voy a tener que salir más de casa y que podré disfrutar de la tranquilidad y de mi soledad, haciendo tarea mientras escucho música, mirar por la ventana y ver el cuelo, oscuro, y más tarde el atardecer, la noche y las estrellas en el firmamento.
Ahora solo estoy escribiendo, con melodías tranquilas de fondo. Estoy escribiendo lo que se me viene a la cabeza, simplemente recuerdos, pensamientos, deseos o sensaciones. A veces me pregunto cómo escribir puede ser algo tan maravilloso, y aunque ya se la respuesta, sigue impresionándome. Yo casi siempre termino yéndome por las ramas, escribo y no me doy cuenta, pero es que es como intentar sacar lo que llevas dentro, cualquier cosa, nunca fluye del todo, o no siempre lo hace de la misma manera.
Ahora tengo hambre, tengo hambre de pasarme tanto tiempo aquí metida, en esta hoja de papel. También tengo ganas de que llueva y se mojen los árboles. Tengo ganas de que el mundo deje de hacer tanto mal y se acerque un poco más a el amor y a la bondad. Tengo ganas de que desaparezca la palabra violencia del periódico, y los titulares de personas que muere porque no tienen ni un solo trozo de pan para echarse a la boca. Tengo ganas de caminar bajo la lluvia mojándome de su frescura, pero con el pelo suelto, resguardándome del frío,

jueves, 13 de septiembre de 2012

Mil días a tu lado

Creo que estoy demasiado acostumbrada a que estés en mi vida. Creo que eres muy importante, lo que se diría más que preciado para mí. Puede que por eso no quiero que llegue nunca el momento de decir: "adiós", o "se acabó". Puede que por eso el amor que siento por ti sea algo desmesurado, pero si te digo la verdad, me encanta. Me encanta tener la necesidad de sentirte cada día, de escuchar tu voz o de abrazarte en cualquier momento. Me encanta la sensación de que me digas " te quiero" o "estoy enamorado de ti" porque me hace sentir segura de que esto es real, de que cada sentimiento y emoción de mi corazón laten de verdad, que aunque pueda parecer un sueño, vivo la realidad. Sentirme segura de ti, de tu mirada y tus palabras. Un beso que concluye. Una palabra que remata. Un suspiro que habla. Sonrisa que enamora. Mil frases hermosas. Mil días a tu lado, sin querer separarme jamás. Horas queriendo conocerte más y más, aunque nunca llegue a ese final. Limpiando lágrimas, creando un íntimo baúl de presentes. Esquivando las trampas y tapando los agujeros sin fondo. Construyendo nuestro propio jardín de recuerdos, nuestro pasado cautivador. Imaginando un futuro desconocido, y paseando por el presente, a la luz del día, para no tropezarnos. Y si nos caemos nos levantamos de nuevo, sosteniéndonos bien fuerte en el suelo y agarrándonos de la mano. Entonces, cuando aún sigo ahí, te miro. Y me doy cuenta de que continúas a mi lado, incluso cuando he roto alguna rama del jardín o cuando no he sonreído suficiente. Me miras y me llamas "princesa" pese a que ellas no lleven baqueros y unos "convers" rojos, pero tu dices que para ti, la única princesa soy yo, sin vestido de encaje y sin guantes de satén, solo con un corazoncito que intenta dar siempre todo lo que puede. Mil días a tu lado, y necesitaré mil días más para decirte "te quiero".

martes, 11 de septiembre de 2012

Gran sonrisa roja


Al principio sientes miedo, vergüenza o incluso pánico. Piensas que no van a parar de mirarte o que no sabrás que hacer. Puedes llegar a pensar que no puedes, que no eres suficiente, que no lo conseguirás.
Te pintas la cara y  acomodas cada complemento en su lugar. La ropa, el pelo…
Luego te miras al espejo. Sonríes, te pones serio, sonríes, te pones serio. Te acercas, te alejas, te acercas y te vuelves a alejar. Al otro lado escuchas la música, a todo volumen, alegre y con ritmo. Te vuelves a mirar de arriba abajo. Escuchas, te miras, sonríes, te acercas, escuchas y te vuelves a mirar.
Definitivamente sales, caminas por el pasillo hasta dejar atrás la habitación. Al llegar a la gran puerta te paras, miras hacia afuera y respiras hondo, de nuevo  sonríes, y sales. Los pies dando saltitos al ritmo de la música  y la cabeza de un lado a otro con gesto alegre.
Mil personas a los alrededores, desperdigados por todos lados. Niños por doquier, bajos, altos, rubios, morenos, de ojos claros, niños, niñas. Corres, saltas, cantas, bailas, sonríes, juegas, y bailas otra vez. Y cuando te das cuenta se acabó. Se terminó el tiempo y tienes que dejar tu traje en la caja.
Adiós vergüenza, adiós miedo, adiós pánico inútil. Soy libre, soy como un pájaro que vuela  y avisa a los demás de donde está el sur. Soy como el césped con la brisa, que arrulla a su alrededor con su danza. Soy como el viento que lleva el mensaje a lo más lejano. Ya no importan las preocupaciones, solo quiero dar la gran noticia. Solo quiero que todos salten conmigo. Quiero que el mundo nazca de nuevo. Que se enteren de que la vida existe, que la eternidad no es un mito. Que las sonrisas duran, que el corazón puede latir con fuerza. Que se puede llenar ese vacío, que el cielo no es solo azul.
 Solo soy un payaso que se dibuja una sonrisa en la cara, una gran sonrisa roja y  una flor en la frente.  Sonrío debajo de esa pintura para así dar vida a mi personaje. Para hacer saltar con alegría, correr en libertad,  hacer cantar al amor, bailar del gozo, sonreír esperanza  y jugar a compartirla.

martes, 4 de septiembre de 2012

No es solo uno


Cuando te pone la mano sobre los hombros o te da un beso. Cuando lloras y te abraza de esa forma tan especial. Las cosquillas y el hacerte reír. Las fotos. Los pequeños regalos inesperados, o las flores. Los mensajes de dos palabras, dos suficientes palabras. Los “te echo de menos”. Las miradas desde lejos. Su sonrisa, que te enamora. Las caricias. Las largas conversaciones. Las cosas que “no te gusta que haga” aunque en realidad te encantan. Todo el día deseando que llegue el momento para verle. Las horas de estudio juntos, las explicaciones. Todos los regalos de navidad, de tu cumpleaños, del año juntos. Las cenas románticas y los videos graciosos. Con la familia. En la playa y en la montaña. En verano y en invierno. Cuando llovía y cuando brillaba el sol.
 Esas cosas que te pones a recordar cuando no está, y las echas tanto de menos. Sabes que te has acostumbrado a ellas y que ya no puedes vivir si no están. Esas cosas que solo te da él, y que ya solo te valen si vienen del. A veces te paras y piensas, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Cada uno tiene su historia, pero intentas recordar el principio y te das cuenta de todo lo que han pasado juntos desde entonces. Los enfados y los problemas, las noches llorando y los días de tormenta. También las cartas de amor y los aniversarios, con bombones y rosas. No quieres que eso acabe nunca, pase lo que pase, lo afrontarán juntos, porque no es solo uno, son dos, y si uno cae, el otro le ayudará a levantarse. Si uno llora, el otro le secará las lágrimas. Y si uno sonríe, el otro también lo hará.

miércoles, 11 de julio de 2012

Una persona maravillosa


 Es guapa, guapísima. Tiene el pelo negro ondulado y ojos con una mezcla de castaño y verde. Estatura media y piel blanca. Sonrisa perfecta y risa graciosa. Le gusta hacer tonterías y divertirse. Se ríe de cosas de las que nadie se ríe, pero me hace reír de cosas por las que nadie reiría. Tiene un humor único y es capaz de dormirse en cualquier lugar. No le gustan los cereales de chocolate, pero le encanta la fruta y las galletas con fresa. Le gusta entrar en todas las tiendas aunque no pueda comprar nada, y ver películas de amor. Es muy emotiva y sentimental, llora con cualquier cosa. El optimismo lo lleva dentro, y el servicio también. Aprender le encanta, al igual que la medicina y el poder ayudar a otras personas. El tacto con las personas es  una de sus cualidades, siempre habla con amor, con palabras cariñosas y agradables intentando no hacer daño nunca. En cierto modo tiene inocencia, como el corazón de una niña que aun no ha descubierto el mal, pero ella si lo ha hecho. Cuando se trata de contentar a sus hijos no importa las ganas que tenga, lo primero  es lo importante. Tiene un espíritu joven, una alegría radiante que ilumina su rostro. Es buena, buena de corazón, dulce, humilde y muy paciente. Compasiva y simple, bondadosa y comprensiva.
Podría decir tantas cosas así… Esta mujer de la que hablo, se llama Elisabeth y es mi madre.
Ella me llevó dentro durante 9 meses, mientras yo me iba formando, mientras cada parte de mi cuerpo se estructuraba. Me dio de comer y me daba respiración. Me llevaba a todos sitios con ella, dentro, calentita. Nací y me dio de comer de su propio cuerpo, me ponía ropa bonita, me bañaba y me acariciaba. Me tapaba con las sábanas para protegerme del frío.  Me cantaba canciones  y me hacía reír.
Crecía y caminé, vi dibujos nuevos, jugábamos en el parque, nos bañábamos en una pequeña piscinita y caminábamos de pueblo a pueblo para ir al médico juntas. Respondía a todas mis preguntas por el camino y me daba la mano al cruzar la calle.
Fui al colegio y me compró mis zapatos preferidos para una de las fiestas, llevándomelos en el último momento para que pudiera tenerlos puestos. Eran azul marino, de una tienda del pueblo. Me gradué a los 12 años y pasé al instituto. Notas, chicos, amor… El. Todas las conversaciones que se tragó conmigo, todos y cada uno de los momentos. Cuando lloré, cuando no entendía, cuando no podía creer que por fin fuera realidad…
Siempre crecí, y siempre me escuchó, en cada momento, incluso cuando la única que podía sentirme era ella, mientras yo daba patadas.
Mil cosas, mil cosas hasta hoy que jamás podría detallar al completo después de tantos años.
Son mil cosas que me han dado la fuerza para seguir adelante, para no dudar en levantarme, para sonreír. Porque es ella quien me da la confianza de dar un paso más, de quitarme el miedo, de enfrentarme y de intentarlo. De ser valiente y no tener miedo.
Siempre me sonríes, y cuando me reprendes lo haces bien. Si nos enfadamos, terminas mandándome un mensaje con perdón y te quiero, aunque no tengas la culpa, o algún dibujo o alguna nota. Si me siento mal, me entiendes y me dejas tranquila, me intentas animar y me preguntas qué me apetece hacer. Me haces comida que me guste y me acompañas en una película. Si no sé qué hacer me ayudas a salir de la duda y me das ese empujoncito para que no sea cobarde. Siempre tratas de  entenderme, te pones en mi lugar, me escuchas y me dejas hablar. Sabes sentir lo que yo siento.  Mis prioridades también son importantes para ti, y las comprendes intentando encontrar siempre el hueco para ellas aunque otras cosas deban quedarse atrás. Piensas en mí como piensas en ti, incluso me pones por delante. Siempre me ayudas a encontrar una solución. Me haces regalos inesperados, haces que disfrute momentos tan significativos para mí como nada, siempre diciéndome ve y diviértete, y olvídate de todo lo demás, solo disfruta. No eliges por tu cuenta, cuentas con los demás. Compartes conmigo, todo, compartes tus sonrisas y tu ropa, compartes tu amor y tus pendientes. Aunque digas que no tienes tiempo siempre terminamos haciendo un bizcochón o algo parecido. Te surgen ideas para nosotras, solo para nosotras. Puedo pedirte lo que sea sin vergüenza o temor. Puedo pedirte consejo y correr detrás de ti para hacerte cosquillas. Puedo pedirte permiso e irme de tiendas contigo. Puedo disfrutar de una madre, una amiga, una persona maravillosa, la mejor mujer que conozco, que podría conocer y que conoceré jamás. Puedo decir que es mi madre, puedo decirlo delante de cualquier persona sin vergüenza, con orgullo, con el mayor orgullo del mundo. Porque me llena el corazón de satisfacción. Porque tengo muchas cosas tuyas en mí. Porque me ha enseñado lo que es amar de verdad, lo que es la comprensión y la bondad. La dulzura y la confianza. Me ha enseñado a divertirme y a hacer postres. Me ha enseñado lo que es la amistad, y lo que es importante. Y mil cosas más que aun se me enseñarás. Y gracias a ella, a que es como es, se que tengo la mejor madre que pueda existir en el universo. Porque no es perfecta, también se equivoca, pero da a ver que aun tiene que aprender como todo el mundo hasta el final. Y esas cosas enseñan más que cualquier otra, la humildad de su corazón, y la confianza de una amiga que me llevó en su vientre mientras me formaba. 


PD: Te quiero.

miércoles, 4 de julio de 2012

Locuras, locuras por amor.


Estas ahí, frente a él. Después de tanto tiempo. Por fin, ahí, justo en frente. Le estás viendo, le estás viendo y parece mentira. Todo alrededor parece haberse parado, parece como si no existiera nada más que  él y tú. Mirada permanente que no tiene fin. Quietos, lejos aun. Y entonces, sueltas todo, lo tiras al suelo y corres, corres como nunca, corres a sus brazos, te abalanzas sobre él hasta casi hacerle caer, te agarras con brazos y piernas, te aferras con toda la fuerza que tienes dentro.  Te olvidas de que el semáforo ya  está en verde, y que los coches van a pasar. Te olvidas de que todo el mundo toca el claxon, aunque algunos paran a mirar, observando lo que querrían tener, lo que un día pudieron hacer en lugar de “lo de siempre”. Locuras, locuras por amor, que al fin y al cabo es lo que perdura, lo que nunca olvidarás, las cosas diferentes, las que no hace todo el mundo. El parar y no seguir el típico patrón. El crear nuevas ideas, nuevas formas de reír, nuevas formas de enamorarse. El hacer cosas que nadie hace simplemente por vergüenza, el divertirse sin límites de reparo.  Evitar que la normalidad se introduzca entre nosotros, que ya las miradas no digan nada, que no sea significativo el agarrarse de la mano. Que no exista el deseo de un beso, que al mirarse, ya no sonrían.  Olvidar el romanticismo y tener una rutina. El adiós a la ilusión.
Innovar, hacer cada día algo nuevo y diferente, caminar sin un rumbo marcado, idear, descubrir misterios, crear un proyecto, explorar un nuevo mundo, encontrar una rosa en tu puerta un día cualquiera.
Siempre alguien te mirará, te mirará y dirá algo. Habladurías. Pero supongo que solo observan lo que ellos querrían tener, un amor enamorado que se lo pasa bien,  que sabe afrontar los problemas, que en los momentos serios sabe actuar y  en los otros sabe divertirse y sonreír. Otros quizás recuerdan su pasado, un pasado aprovechado que nunca olvidarán.
Supongo que el amor siempre es amor, pasen los años que pasen, y siempre será especial si estás enamorado, siempre habrá algo nuevo que hacer, algo con lo que sorprender, algo que haga sonreír de nuevo. Siempre habrán cosas con las que divertirse, siempre habrá un momento en el que volver a la juventud. Supongo que las cosas cambian, pero el amor, sigue siendo amor.
Locuras, locuras por amor. Seguimos allí, parados, abrazados frente a toda esa multitud que esperaba pasar. Que quería pasar de página para empezar otra vez.

Escucha


Escucha. No pares de escuchar. Introdúcete en cada nota y en su tesitura, en cada cadencia, en cada trino, en los mordentes. Escucha la tonalidad, las variaciones. Escucha las alteraciones y el bajo. Siente el compás. Escucha los matices, escucha como las semicorcheas pasan sin darte cuenta y te aceleran el corazón. Las figuras, léelas, siéntelas. Ahora acelerando, un acorde de séptima y semicadencia. Escucha como bailan, presto, ligeras. Serias y alegres. Crescendo y fortísimo. Arpegios descendentes que recorren cada vena. Disonancias, doble bemol, fa, sol… Mueve las manos, mueve las manos junto al compás. Pianissimo, notas picadas. Appasionato, interludio y una melodía perfecta. La sensible va a tónica, y luego una cadencia perfecta.




miércoles, 22 de febrero de 2012

Mucho más de lo que podías imaginar


Es justo en ese momento cuando sabes que ya nada volverá a ser lo mismo, que todo ha cambiado, que ahora no existe un yo sin él, que las palabras no son solo palabras. Te das cuenta de que todo estaba preparado mucho antes de que ambos existiéramos. Que lucharemos contra cualquier obstáculo que intente interponerse entre nosotros. Piensas en el resto de tu vida, en cómo has podido vivir sin conocerle. Recuerdas cuando se miraron por primera vez, indiferentes, sin imaginarse nada de lo que pasaría después.  Ves su manera de mirarte, sensible y sincera. Esos momentos en los que no hay nada que te pueda arreglar, pero él te mira, y te llama preciosa. Cuando te enseña todo lo que sabe. Cuando el tiempo pasa sin que nos demos cuenta.  Los momentos que jamás podrás olvidar. El primer beso, como volaste tantos metros sobre el cielo. Todos los abrazos, cuando más los necesitas. Sus manos, acariciándote el cuello, haciéndote cosquillas, descubriendo los rasgos de tu cara. Te hace vivir en un sueño con los ojos abiertos. Es diferente, distinto a los demás. Apareció  exclusivamente para ti. Porque cuando estás a su lado, no existe nada más. Y esos susurros sin motivo, que hacen que te enamores más aun. Las frases inolvidables, porque no siempre escuchas que “lo mejor es mirarte y dejar que pase así el tiempo”, porque sale del corazón. Y te sientes afortunada, de que sea él y no otro. Sabes que siempre le preferirás  te prefiera él o no. Le necesitas, porque nunca pensaste que existiera alguien como él. Porque no te importa lo más mínimo lo que les pueda diferenciar, solo te importa él.  Incluso en los momentos de enfado, por que se aprende juntos. Porque cuando  lloras, te seca las lágrimas. Y cuando piensas que ya no puedes, te anima a seguir adelante. Aunque estés mal, te hará sacar una sonrisa. Incluso cuando estás bien, terminará de alegrarte el día. En lugar de quedarte sentada, te levantas y luchas. O si solo tiene que guardar silencio y escucharte, lo hará. Cuando sabes que harías cualquier cosa por no perderle nunca.
 A todo esto  le das gracias por ser así, tal y como es. Por que perderle, sería como perder todo.  Y sabes que ahora, las palabras “te quiero” o “te amo” tienen un significado de verdad. No son simples palabras, es mucho más de lo que podías imaginar.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Para que cuando te caigas, yo pueda levantarte


Para que cuando te caigas, yo pueda levantarte, agarrarte de la mano en esos momentos en los que tú piensas que no hay nadie a tu lado. Para que cada vez que estés triste, recuerdes cada momento que reímos hasta explotar. Para que cuando no veas el horizonte, podamos verlo juntos y recordar que ahí no se acaba el mundo. Para que cuando necesites llorar sepas que mi hombro está disponible para ser empapado por cada uno de tus dolores o alegrías. Para que cuando te cueste caminar yo pueda ofrecerte mi apoyo de alguna manera. Para que cuando no sepas sonreír, mis tonterías puedan hacer algo por arreglarlo. Para que si tienes un buen o mal día, sepas que estoy ahí. Para que una simple sonrisa signifique un mundo. Para que nuestras miradas se compenetren y hablen por medio de un gesto. Para que cuando el tiempo parece ser eterno, juntos se convierta en una fracción de segundo. Para que cada detalle pueda  reflejar toda una vida de amistad. Para que debajo de las hojas secas encuentres miles de flores.  Para que podamos ver el mundo sin salir de la habitación.  Para que los sueños se hagan realidad.  Para que el significado de amistad no sea solo el del diccionario. Para que recuerdes que no eres el único que ha pasado por eso. Para que compartir no sea solamente hablar. Para que cualquier día puedas saber que hay alguien ahí por si lo necesitas. Para que cada vez que derramemos alguna lágrima,  podamos recogerla con nuestro pañuelo del olvido y lanzarlo al vacío. Para que nuestra caja de recuerdos esté perfectamente decorada con cada momento que pasamos juntos a lo largo de la vida. Para que nada te impida ser tú. Para que cada vez que no sepas que hacer, mis palabras, simples, sean capaz de acertar en alguna solución. Para que cuando te olvides de quien eres, yo pueda recordártelo. Para que cuando ya no recuerdes como empezar, yo esté ahí, para empezar contigo, desde el principio.

jueves, 9 de febrero de 2012

Pensar


Pensar que aún se puede hacer algo por este mundo que no se digna a hacer nada por nadie.
Pensar que podemos sonreír aun cuando nadie lo hace.
Pensar en empezar a regalar a las personas algo mejor que una guerra
Pensar en los pequeños detalles que aun persisten.
Pensar que una mirada vale más que mil palabras.
Pensar que la verdad nos hará libres.
Pensar en marcar la diferencia.
Pensar como si todo fuera posible.
Pensar en las sonrisas que se han desvanecido y desear que brillen una vez más
Pensar cualquier cosa que sirva de ayuda
Pensar en luchar porque este mundo sonría de nuevo.



miércoles, 8 de febrero de 2012

Lo que realmente importa

Sí, yo soy de esas a las que les cuesta levantarse temprano, ducharse cuando hace frío y hacer tarea de la asignatura que menos te gusta. Soy un poco mimosa y a veces pesada. Mi pelo no es como los de la tele, ni mi cuerpo de revista.  Tengo los ojos marrones, nada sorprendente. Tampoco mis dientes parecen pulidos ni están colocados a la perfección. Tengo escoliosis, una curva de treinta y dos grados para ser exactos, y también problemas en las rodillas desde que era pequeña. Quizás a veces sea quejica e incluso mandona.

Sé que no soy perfecta, no hace falta mirar mucho. Aún así intento superarme, corregir mis fallos, alcanzar mis metas. Intento mejorar cada día. Pero me siento feliz, porque sé que eso no es lo que más importa.

Lo que pueda regalar a los demás con una simple sonrisa, un abrazo, o una mirada. Todas las palabras que pueda decir, los consejos que pueda dar, la amabilidad, el respeto, el agradecimiento con cualquier cosa. Las cartas y los pequeños regalos. Las frases inolvidables y las fotos enmarcadas entre los recuerdos más preciados. Cada olor que un día te hizo volar en el tiempo. Las personas que entran en tu vida y las que salen. Las amistades que nunca olvidarás. Tu primer amor. Esos detalles que siempre estarán ahí, contigo. Los que perdurarán para siempre. Eso es lo que realmente importa. Lo que puedas hacer por los demás y lo que llegues a conseguir a lo largo de la vida. Eso si vale la pena.

lunes, 6 de febrero de 2012

Supuestos amigos, olvido inesperado

Supongo que algunas veces esperamos demasiado de otras personas, solo porque nosotros estaríamos dispuestos a hacer mucho más  por ellos.
A veces las personas que menos esperas, esas son las que al final después de te todo te preguntan ¿cómo estás? y se preocupan por ti, mientras que las otras desaparecen, sin dejar rastro. Como esas personas que creíste llamar amigos, pero que ahora ni si quiera se acuerdan de ti, no te preguntan, no dan rastro de un "nosotros"... Esas personas por las que te preocupabas e intentabas hacer feliz, no están, cuando tú desapareces, ellos desaparecen, no te animan ni te escriben, y cuesta seguir preocupándote como siempre lo hacías.
Las fotos, esos días de verano en la playa en los que te divertías tanto que no querías que acabaran nunca, porque pensabas que ellos sentían lo mismo. Pero te das cuenta de que no, que eras uno más, simplemente otra  sonrisa a la que divertir, otra sonrisa de la que se han olvidado. Y aún así, echas de menos esos días, aunque no duraran para siempre. Recuerdo que pasamos momentos malos y buenos juntos. Lloré y grité de alegría con ellos. Pero supongo que fueron momentos, o que las personas cambian y dejan de pensar igual.
Luego aparecen personas nuevas, se te acercan y confían en ti, personas que nunca pensaste conocer te sorprenden, haces nuevas amistades, comparten nuevas opiniones, pensamientos diferentes. Y puede que desaparezcan, pero yo siempre seguiré aquí, esperando por si me necesitan, esperando a que alguien se me acerque y se desahogue para poder ayudarle como siempre he querido hacer.         

El prado


 Éramos pequeños niños inocentes. Los globos nos hacían ilusión y el algodón de azúcar nos hacía sonreír. Nos sentábamos bajo el árbol más especial del prado y mirábamos al cielo. Pensábamos en correr, saltar, escalar, buscar un tesoro  y ser los reyes del mundo mientras saltábamos de nube en nube. Pero llegó una ráfaga de viento, y se llevó todo ese mundo, lo dejó en nuestras cabezas como recuerdos, recuerdos maravillosos, llenos de olores, de pasteles  y  galletas. El árbol del bosque siguió creciendo,  y nosotros también, nos hicimos jóvenes y nos rodeamos de libros, pero al atardecer volvíamos a sentarnos bajo el árbol a mirar el cielo. Sonreíamos al mirarnos y nos mirábamos cariñosamente.
Un día cuando ya anochecía me cogiste de la mano, me diste un beso en la mejilla y nos dijimos te quiero, entonces comprendí que quería pasar el resto de mi vida junto a ti. Cada tarde nos reencontrábamos bajo el árbol, hablábamos, paseábamos agarrados de la mano por el verde prado cubierto por aquel aroma especial que nos rodeaba. Lleno de tulipanes, de todos los colores, pequeñas florecitas que le daban vida a nuestro prado.
 Éramos felices,  éramos jóvenes y fantaseábamos con nuestra boda, nuestros hijos, nuestra casa…  Acariciabas mis manos como algo especial, mientras me susurrabas cosas bonitas como si alguien pudiera robarnos alguna palabra. Compartíamos cada problema, cada hierba seca que  aparecía en nuestro camino, cada lágrima, cada sonrisa.  Pero volvió otra ráfaga de viento y nos dejó cada uno de  esos momentos grabados en nuestras mentes, las cartas de amor y los bombones para dar paso a un sueño hecho realidad, a la luz de la luna, bajo el árbol de nuestra infancia y juventud, en el prado. Brillaba como las estrellas y parecía ser de plata como  el mar. Lo colocaste en mi dedo delicadamente y pronunciaste las palabras necesarias para yo decir sí y abrazarte para no soltarte jamás, vivir contigo para siempre, hasta que nuestros días llegaran a su fin, e incluso después.


Las flores colgaban del  techo,  el príncipe esperando ansioso a tomar de la mano a la princesa que trazaba el pasillo con un vestido blanco y un ramo de flores.  Pude ver su rostro, deseoso, emocionante, esperando algo extraordinario. Te miré y volví a afirmar “sí, quiero”. Entonces  todo desapareció, nos quedamos solos tú y yo, absortos en un beso eterno. Escuché nuestra canción a lo lejos, sentí tus delicadas manos posarse sobre mi rostro, sonriente, infinitamente enamorado.
Edificamos nuestro hogar cerca del prado, una casita hecha de madera, llena de fotos, un piano en el salón, un sillón acogedor y camas calentitas para el invierno. Cada mañana me despertabas con un beso, veíamos la tele mientras cenábamos, dormíamos con la estufa a los pies de la cama y cada tarde salíamos a pasear al prado, a contemplar el atardecer como siempre habíamos hecho. Y así pasaron los años, entonces llegó ella, una pequeña y tierna bebé. Nació, creció y se casó tan rápido como nosotros.
Pronto volvimos a estar solos, después de una vida llena de diferentes labores, ambos nos quedamos tranquilos en casa, sin más trabajo, sin más ocupación que nosotros. Nos sentábamos bajo el porche ya con canas a tomar chocolate caliente, abrigados con mantas, arrullándonos en nuestras mecedoras de madera. Y al atardecer, volvíamos juntos a nuestro prado, paseábamos lentamente encorvados en nuestros bastones, abrigados, mirando el cielo, cada nube, cada recuerdo que nos traía aquel lugar que en poco tiempo quizás no volveríamos a ver. Nos sentamos bajo el árbol  y nuevamente contemplamos el cielo, contemplamos el prado, observamos cada tulipán y vimos como habían perdido su color, su juventud. Observamos como nuestro árbol iba secándose, quedándose sin hojas, y como el viento se las llevaba  a un lugar lejano y desconocido.
Nos acostamos en el césped y recordamos cada momento que habíamos vivido juntos, cada época de nuestra vida, cada lágrima y cada sonrisa que habíamos recogido juntos, cada beso, cada caricia, cada baile. Volvimos a leer las cartas de amor, recordamos el sabor de los bombones, los regalos de navidad, los susurros al oído, los abrazos, las miradas… Recordamos cada momento como si pudiéramos palparlo, y lo vivimos de nuevo en nuestras mentes, para no olvidarlos jamás.
Entonces moriste.
Te agarré de la mano, tu mano congelada por la brisa que te llevaba a otro lugar, lejano y desconocido.
Solo, rodeado de flores secas, de nuestro prado, del atardecer. Lloré anhelando tu consuelo, lloré deseando estar un momento más junto a ti aun que sabía que ahora era imposible. Miré de nuevo hacia el cielo, y lloré por no sentir tu sonrisa. No podía hablar, no podía visualizar mis días sin tu presencia, en este momento no existía un yo sin ti.             
Admiré tu rostro una vez más hasta que la tierra ocultó tu imagen. Entonces llego el viento de nuevo, y me dejo el recuerdo más maravilloso que podría cederme jamás. Tu amor, toda una vida llena de tus recuerdos.
Cada atardecer lo pasaba contigo, que dormías bajo el árbol del prado. Hablábamos, yo te contaba mis cosas e imaginaba tu voz.
El último atardecer fue hermoso, las aves volaban hacia el sur, las nubes color rosáceo inundaban el cielo, el sol se alejaba y daba paso a la luna fundiéndose en un abrazo majestuoso. Entonces morí viendo cada facción de tu rostro, escuchando nuestra canción, percibiendo el olor de tu perfume, divisando a lo lejos tu movimiento, encontrando tu sonrisa bajo la tierra, contemplando el brillo de tus ojos por una fracción de segundo.
Nuestro prado se quedo atrás y nuestro árbol murió con nosotros. La lluvia nos envolvió en frescura mientras nos amábamos por toda la eternidad, para siempre, por siempre, sin fin.

Pequeños fragmentos.


Una vida entera..una hoja de papel...Ojalá pudiera plasmar lo primero en lo segundo, para así poder recordar el sentimiento de cada momento, aunque sea simple, pero al menos nunca olvidaré cada sonrisa que figuró en mi rostro un día, o aquel olor que me hizo volver a la infancia un instante, o esa persona que un día aparece en tu vida para cambiarlo todo, o simplemente mi primera palabra...Pero, supongo que nadie podría escribir de una forma tan bella para plasmar la vida que el más perfecto Maestro diseñó...

domingo, 5 de febrero de 2012

Sí, me encanta.



Una guitarra, el cielo, las flores… Yo, pensando en mis cosas, pensando en mi mundo, escuchando los ruiditos de las ramas. Que el pelo se mueva con el viento, el silencio de la tranquilidad, la ropa original y peculiar. Mirar al sol tardío, que la chaqueta se me resbale del hombro, las zapatillas de ballet, las teclas del piano, los lápices de colores contrastados. Me gusta el color de las fotos en el césped, la escritura antigua, las fotos en las que no se ve la cara de la gente, el pelo pelirrojo y las galletas con formas graciosas. Es preciosa una partitura llena de miles de notas, un reloj antiguo, las tarjetas personalizadas. Descubrir cosas nuevas, escribir cosas raras y tocar instrumentos. Me intrigan los cuadros de Dalí, los sentimientos plasmados.  Me gustan las personas, me intriga lo que puedan llevar dentro, lo que dicen sus miradas. Me encanta sentirme diferente o sentirme bien siendo yo. Me gusta pensar que puedo conseguirlo, que no hay nada imposible.
 Sí, me encanta.