Música para leer

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Me duele

Me duele el mundo. Me da miedo el humo que recorre las calles, me dan escalofríos las habitaciones oscuras. Me da temor escuchar las palabras yendo y viniendo a diestro y siniestro. Se escuchan las risas sin orden, la piel va caliente, los ojos sedientos. Las luces no alumbran, ni guían ni se apagan si quiera. Me duele la vida, que corre y que vuela y que se hace desaparecer entre vocal  y bocado.  Los puentes muy altos, acantilados siniestros, agua que ahoga a todo el que busca no tragar más el aire. Me dan miedo las copas que nunca se rompen, la música alta que ayuda a guardar en silencio los pecados que cantan. Me dan miedo las niñas y sus faldas, sus sonrisas que a veces matan. Me dan miedo los niños, sus gargantas sedientas de probar y ganar. Me duele el silencio, me duele la farsa de seguir el camino que las flechas guían.  Me duele el escándalo, me duelen las madrugadas que duran el día. Me dan miedo los bailes que nunca se alejan. Me da miedo el abismo al que tantos eligen andar, me da miedo el polvo que hace desaparecer a quien un día existió. Me duele  el desaliento, me duele el pozo del que nadie consigue salir cuando alguien le invita a entrar. Me da miedo que mueran, que sean andantes  que buscan ascender para poder respirar sin temblar.  Me duele el mundo que tan rápido muere, me duele el mundo que se hace pequeño, me duele el mundo que olvida y que luego recuerda lo que era la vida. Vida, la claridad de poder caminar bajo el sol que nunca deja de alumbrar. La poesía que busca y rebusca la palabra perfecta para no simplificar. Esa luz que muestra, esa  tranquilidad que guía, ese cristal frágil que se guarda de no romper, esa música que todos escuchan porque no hay silencio que ocultar.
Me duele el mundo y en lo que se ha convertido, me duele la vida que es tan bella y que tanto oscurecemos. Me duele.


“Porque no nos ha dado Dios un espíritu de temor, si no de amor, y de templanza” (2 Timoteo 1:7).