Música para leer

martes, 3 de diciembre de 2013

Le veo

Cuando me despierto respiro. Me lavo la cara y siento como el agua atraviesa mis poros. Me miro al espejo, carne y hueso, pelo largo, pupilas marrones, dientes blancos. Camino sobre el suelo frío, siento escalofríos. Abro la ventana, el cielo despierta, el sol reluce y los pájaros cantan. Música, escucho música de alguien, expresa amor, su voz es dulce, suave. Leche, azúcar, cereales, saboreo lentamente y casi sin darme cuenta. Abro la puerta que huele a madera mojada. Lluvia, las escaleras y el jardín encharcados, las flores brillan, hay color en sus pétalos. Aire, congelado, palpable, blanco. Camino, los prados y la tierra desprenden vida, desprenden su propio respirar ante este amanecer. Violeta, azul, amarillo, viene la gran estrella pintando el lienzo de hoy. Los gatos se esconden, los perros aun duermen, algunas aves ya recorren el mar a vuelo lento. Ya llegan, me voy acercando paso a paso a ellos. Caminan lento, aunque algunos corren apresurados ya, a estas horas de la mañana. Los abuelos pasean, los jardineros arreglan el césped, algunos niños juegan en el parque y ríen. Abrazados, abrigados, aún algo dormidos, rostros inocentes, semblante hambriento. Se huele el primer pan del día, los pasteles desprenden un calor dulce, el café llama. Las ventanas están ahumadas a causa del rocío, aún caen gotas del cielo. Sigo caminando caminos, carreteras, hierba fresca. Le veo, está por todos lados, puedo sentirle. En el agua que me quita las legañas, el frío que hiela mi cuerpo. Junto al sol y haciendo volar a los pájaros, elevando una canción de amor, pintando las flores de rojo. La tierra mojada, las hojas del prado. Pasea con los gatos y los pequeños ratoncillos, guía a las aves hacia el sur. Le veo jugando con los niños, le huelo en el pan y siento su dulzura en los pasteles, en el calor de la leche y el café caliente. Está aquí, a mi lado, sigue mis pasos, me atiende y me observa constantemente. Esta mañana me hizo respirar, abrir los ojos y parpadear. Puedo sentirle en cualquier parte de esta tierra, constantemente veo sus cuadros y leo sus libros y escucho su música. Veo vida, veo creación, veo a Dios, mi Dios.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Os presento a Kauria, ella es mi hermana saharaui

Nos conocimos cuando teníamos siete años, ella acababa de llegar de una tierra muy lejana que está muy cerca de nosotros: el desierto del Sáhara. Venía sucia y con la ropa puesta para dos meses. El pelo bien enredado y los tenis llenos de arena. Fuimos a casa en coche y durante todo el trayecto no dejó de mirar el mar, era la primera vez que lo veía. Cuando llegamos la bañamos, le desenredamos el pelo, le quitamos la arena y la peinamos. Sus rizos eran preciosos. A partir de ese día ya nunca, jamás la olvidamos en casa.
Desayunábamos, almorzábamos y cenábamos juntas. Dormíamos en la misma habitación, nos pintábamos las uñas y jugábamos en la piscina. Ella me hablaba de su colegio y yo a ella del mío, me enseñaba sus canciones y bailábamos juntas con  melfas. Me enseñó a escribir mi nombre en árabe y a decir "adiós" en hassaniyya.
Cada año venía y nos reencontrábamos con un abrazo más fuerte que el de antaño. Volvía llena de arena y con el pelo enredado, pero la ayudamos a desenredárselo y darle brillo. Un año ya no vino más, se había cumplido el plazo, tuvimos que despedirnos por mucho tiempo, por no se sabe cuánto tiempo, porque no lo sabíamos. Quizá para siempre.
Seguramente ahora estará llena de arena y con el pelo enredado, llevando a su hermana al colegio, cogiendo agua y preparando comida. Ayudando a su abuela y bailando con sus amigas de vez en cuando, cuando hay tiempo. A veces hablamos por teléfono, pero siempre se corta y no se escucha.

Ella nos dio vida, nos dio fuerza, nos dio valor. Nos enseñó a luchar por las cosas importantes, nos enseñó el valor de amar a las personas. Por ella levantamos las banderas y por ella alzamos el grito a la libertad. Por que nosotros, que lo teníamos todo, aprendimos de ella, que no tenía nada pero lo tenía todo. Ella cambió en nosotros lo que había que cambiar y nos puso en el corazón que la vida es mucho más de lo que creemos, nos ayudó a hacer lo que hoy hacemos. Nos abrió los ojos para ver como vemos hoy.

Me enseñó el servicio y la humildad, me enseñó a sonreír y a luchar.


Os presento a Kauria, ella es mi hermana saharaui y yo formo parte de su libertad.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Tumulto de gente

A veces me siento sola, como si en este tumulto de gente no hubiera nadie. Me siento lejos, muy lejos, e incluso encerrada por momentos. Me invade la necesidad de salir, de correr, de volar lejos. Esa rutina que a todo el mundo parece gustarle a mi me aburre, me cansa, me pone nerviosa.  Nadie parece impaciente, solo yo y eso me preocupa. No hay ansias, no hay novedad, no hay acción ni palabra. Lucho pero a veces me canso. Cuando salgo de aquí es como un respiro, un gran respiro que oxigena mis pulmones para los próximos meses, me levanta y mis músculos se fortalecen. Necesito más, necesito cada vez más. Nos sentamos en esa mesa redonda y entonces surge, se abren todos los corazones, la pasión vuelca nuestros vasos de agua, no paramos de escribir. Él se ve en cada gesto de nuestra cara, los platos de comida no son el centro de la conversación. La música viene y va, los acordes son más que varias notas, el estribillo se canta con los ojos cerrados. El café es una escusa, el sueño no nos quita la conversación. Nace algo, surge algo, ese algo que tanto amamos.Y luego cuando volvemos a casa, no nos sale de la cabeza, necesitamos agradecer una y otra vez a todos y cada uno por todo y por nada. Pero aquí estoy, rodeada de gente, luchando en esta batalla que de lejos apoyamos juntos. Aquí todo el mundo parece subirse a un tren y olvidarse de que somos uno, todos cogen su destino, solo suyo. Y aunque el tren se está quemando a su alrededor, aunque las ventanas se rompen, y el viento constante destroza nuestro vagón nadie se mueve. El tiempo pasa pero nadie mueve un músculo. A veces parece que caminan, pero siempre esperas la total prioridad de sus prioridades, la condición humana puede más. No hay suficiente esfuerzo, hay suficiente pereza. 
Estoy cansada, agotada, me duele la cabeza y las piernas, y por ello me siento agradecida. Cuanta más constancia lleva algo, cuanto más sacrificio y sudor lleva algo, me siento agradecida, cansada pero colmada de la misma cantidad de bien, de más cantidad de servicio y eso es un regalo. Por eso cada día al levantarme, cojo aire, respiro, doy gracias y pido fuerzas, luego, me pongo las botas para salir a ese mundo roto que necesita más amor que nunca, nuestro amor, su amor. Y cuando me canso o me siento débil, vuelo, corro allá, lejos, nos volvemos a unir todos en alma y corazón para coger fuerzas y seguir adelante, llevando esperanza.

martes, 9 de julio de 2013

Tantas y tan pocas palabras.

Es increíble. Increíble que en días pasen vidas. El grupo cada día crecía, era mayor, tenía más fuerza. Éramos todos, cada uno aportando su pincelada al cuadro. Hablando, haciendo, mirando, pensando... Grandes almuerzos, cenas y desayunos llenos de sonrisas que pude diferenciar entre trago y mordisco. Sonrisas sinceras, llenas de amor, que decían más de lo que no podía escuchar con tanto barullo. Gestos, servicio. Horas de constante trabajo que nos envolvían en la concentración y el esfuerzo. Cansancio en el cuerpo, dolores de espalda. Llegar a casa y tirarnos en aquellas mantas verdes del suelo que nos acogían para descansar. Escuchar la risa de los niños corriendo y saltando, jugando y dibujando mientras manteníamos los ojos cerrados por minutos. Noches largas y tan cortas en las que queríamos hablar y dormir a la vez para aprovechar el mayor tiempo posible. Madrugar  para empezar un nuevo y repleto día. Cruzar los pasillos cantando, bajar las escaleras saltando. Un duro trabajo trabajado con escandalosas risas de los trabajadores, nosotros. Agradecimiento, tranquilidad. Conversación, música. Y el gran día, de mañana a noche completo, arreglos, pruebas, ensayos y carreras. Atravesamos el escenario cada uno dirigiéndose a su lugar, tocando, alzando la voz, sintiendo lo que allí estaba ocurriendo, llevando esperanza. Parecía mentira pero llegó el final, el momento en el que agarrados de la mano nos unimos de nuevo para agacharnos y levantarnos mirando al cielo, nuestra inspiración. Y aun habiendo  salido ya, la gente marchándose, nosotros seguíamos ahí atrás, abrazándonos con necesidad de soltar lo que llevábamos dentro. Fotografías unos con otros, una tras otra. Anécdotas y más risas, alegría en el corazón.
El domingo nos dio los buenos días. Un gran círculo de personas sentadas, piernas cruzadas, cojines, libros, sillas. Lo mejor. Compartir. Hablar de lo que decía el corazón, de lo que rondaba la mente, de lo que sentía el cuerpo. Y llovieron lágrimas dulces de recuerdos, de paz y felicidad. Llovieron palabras y palabras que trataban de explicar, de hacer ver lo que desde muy adentro quería salir. Horas que parecen minutos. Levantados y agarrados de la mano cantando, los ojos cerrados, hombro con hombro, piel con piel. Más abrazos, de uno en uno, de todos en todos. Lágrimas, paz.
Después de todo, llega la peor parte, despedirse. Ese momento en el que tienes que abrazar a alguien por última vez en mucho tiempo, y es inevitable resistirse a llorar, porque tu interior te lo pide. Decir adiós a personas que has conocido hace dos días debería ser fácil, pero la diferencia es que has aprendido a amarlas como si la conocieras de toda la vida, y ellos a ti también, entonces es cuando se hace difícil. Difícil tener que mirar sus rostros, observar como caminan de espaldas hacia su destino, alzar la mano y despedirte de otra que te hace el mismo gesto. Leer lo que te han escrito, despegar vuestras fotografías de la pared, dormir en la habitación con camas vacías. Difícil despedirse.
Esta mañana me he despertado sola, en el silencio de esa soledad que hacía nada estaba repleta de compañía. He caminado los pasillos, he bajado las escaleras, visitado cada habitación. Todo estaba vacío. La gran mesa del comedor desprendía un recuerdo perfecto, el de cada día. Triste  sonreía por ello, por lo que en días hemos vivido. Por lo que cada uno ha aportado al corazón del otro, por las relaciones y las largas conversaciones. Por las horas sin dormir y los días de trabajo, por los almuerzos y las bienvenidas, por las bromas y las carreras. Sonreía por las oportunidades que habíamos tenido, por la vida que allí había fluido. Por recordar a cada uno, sus rasgos, sus ojos, su forma de hablar, de caminar. Por las fotografías que guardan ahora todos esos momentos, esas manos pintadas sobre papel, llenas de servicio.
Cuando hay tantas y tan pocas palabras… No puedo dar más que las gracias, por todos esos momentos. Todos y cada uno de ellos, desde el más pequeño hasta el más grande. Por todas las palabras y el tiempo que me habéis dedicado todos sin excepción, por animarme, por hacerme sentir algo más de lo que yo creía ser. Gracias por todos vosotros. Por hacer que las horas fueran como minutos, los minutos como segundos y los segundos como vidas.






lunes, 8 de abril de 2013

Burla



No lo soporto. No soporto la idea de que una persona sufra por culpa de la maldad de otras. No soporto que se rían como si no pasara nada, como si se tratara de una cosa estúpida y no de un corazón que palpita su  misma sangre. No soporto los celos y la envidia, las críticas estúpidas que no llevan a nada, las que son burla de pequeños defectos que en realidad todos tenemos. No soporto nada de eso. Pero sobre todo, no soporto ver como ese lejano personaje sufre y se decae por culpa de ello, que se hunde y su sonrisa quede tan frágil como su corazón. Ver que sus muñecas sangran, que necesite esconderse o encerrarse para olvidar. Que sus sueños se convierten en papeles rotos, esparcidos por el suelo de su vida. No comen, no duermen, no consiguen disfrutar de lo que un día pasó de ser una fantasía a ser su realidad. Y ahí estamos, nosotros, los infrágiles por lo visto, rompiendo los sueños de grandes soñadores, de valientes y trabajadores que se han esforzado por lograrlos. No lo soporto.
Soy yo, aquí sentada, pensando en todas esas vidas destrozadas a causa de los gritos desesperados de la envidia. Soy yo la que lo escucha cada día en sus risas, la que lo ve en esas viñetas infantiles por su ignorancia. Soy yo la que mira a los ojos de esas personas  y siento su dolor en mi corazón. Yo la que ha entendido que a unos nos toca algo y a otros otro algo. Yo la que escucha la dulzura de sus voces, la que ve más allá de las vestimentas y los retoques, la que ve una vida como la mía o la de cualquiera. Soy yo quien ve sus máscaras de indiferencia o sus obras teatrales de fingimiento. Al entrar en sus habitaciones dejan de interpretar y lloran. Soy yo la que entiende  que las personas no somos de acero, aquí y en Lima. Soy yo. ¡Pero no quiero ser yo! Quiero que sean todos, ellos, los de mi alrededor.  Quiero que miren más allá de lo que se ve a simple vista y traten de sentir por los que sienten dolor. No quiero ser solo yo la única que se ha dado cuenta de que todas las personas somos iguales, todas tenemos corazón, todas sentimos lo que  hacen al corazón. No quiero ser la única en ver que las lágrimas al caer al suelo se rompen como el cristal, cortándonos los pies. Que el daño se hace consciente o inconscientemente, que las palabras hay que cuidarlas. No quiero tener que soportar un día más viendo como un desconocido conocido ya no sueña ni sonríe. No quiero que lo importante de esta vida se destruya. No quiero que todo sea egoísmo y desprecio. Solo quiero un poco más de pasión por lo que somos, seres frágiles y sensibles que tratamos de vivir cada uno nuestro camino. Solo quiero que todos, juntos, nos guste o no, podamos escuchar esas dulces voces cantando por encima del griterío del mundo con fuerza.
 

martes, 2 de abril de 2013

Mi propio yo


Es como si me hubiera estado engañando a mí misma. Quizás simplemente me estaba conociendo, o descubriendo quien realmente debía ser. Puede que aun siga haciéndolo, eso es lo más seguro, pero al menos en ese campo me siento más segura.
Buscaba  lejos y más lejos cuando la respuesta la tenía en mi interior. Era yo misma en mi esencia, lo que fluía de mis manos, lo que en mi boca gritaba para salir. Era el color de mi vida pasada y lo que traía consigo. Era lo que se veía en mi mirada, lo que se escuchaba en mi corazón.
La mayoría de las personas hablan de ello como algo tonto, sin sentido y sin futuro. Algo que no vale la pena, que no sirve para servir de algo. Algo inentendible y absurdo de lo absurdo.  “Ahí no hay nada” dicen, donde hay mucho más de lo que los ojos ven. Yo no lo creo así, es más, ellos no saben lo que creen porque nunca han vivido en ello ni con ello dentro. Es algo que no se ve a simple vista, solo con los ojos del corazón se puede sentir.  Es algo que por gracia o desgracia no lleva la mayoría. De ahí el placer de encontrarte con alguien con quien compartir una conversación y descubrir que siente lo mismo que tu, a tu manera o de otra, pero lo siente.
Y ahí estaba yo preguntándome lo que ya sabía. Como si renegara mi propio yo.  Mi  creatividad,  mi música, mi soltura al escribir. La  facilidad que tengo para sentir, mi manera de percibir las cosas, mi forma de captar los momentos, mi sensibilidad para emocionarme y emocionar. Entonces me di cuenta de quién era, la del fondo que siempre guardaba silencio. El silencio de escuchar y observar. Escuché el latir de mi corazón y observé la sangre roja de pasión.  Yo era mi propia respuesta, todo lo que estaba buscando en otro lugar lo llevaba dentro, no era ciencia, era arte. Dios me lo había dado un día y yo pensaba olvidarlo según parece. Quería algo grandioso o sofisticado, pero aprendí que al final lo que perduran son los sentimientos. Todas esas vidas, los recuerdos y las palabras. El interior de cada persona, el legado del pasado que queda presente. Es la tranquilidad de coger un pincel y pintar tu dolor para sacarlo, es ese amor hecho música, ese recuerdo guardado en palabras. Sé que es complicado, incluso puede llegar a ser inentendible, pero para mí es inentendible que pueda serlo. La belleza más hermosa la encuentro en nosotros mismos, las personas, nuestro interior que es arte. Y eso si que es grandioso, más grande que nada.
Así que aquí estoy, sacando todo eso de mí. Sigo escuchando en silencio, observando más de lo que pueda parecer. Y no me importa lo que puedan pensar sobre lo tonto que es el arte. Dicen que los artistas están locos, yo creo que siempre he sido una loca silenciosa. Ahora solo me queda crecer y aprender. Pero sobre todo disfrutar y seguir apasionándome por eso a lo que llaman absurdo.


viernes, 29 de marzo de 2013

Querida Séfora


Solo te he hecho este regalo para que sepas que no me olvido de ti y para que tú tampoco me olvides a mí. Para que cuando lo veas recuerdes cuanto te quiero y cuanto has significado y significas para mí.
Empecemos desde el principio, cuando solo era una niña, o incluso un bebé. Tú estabas ahí. Cuando fui creciendo y soplaba las velas contigo a mi lado. Cuando siempre me regalabas collares y pendientes. Cuando me pintabas las uñas y me maquillabas de un rosa cantoso. Cuando hiciste que diseñaran un vestido para mí, color amarillo. Cuando ese mismo día me regalaste una cadena que todavía recuerdo. Cuando te  acompañé a vestirte  antes de el gran día. El gran día de tu boda, caminando delante de ti y llevando los anillos.  Las tardes de peluquería. Cuando empezaron a gustarme los chicos.  Las horas que tuviste que soportarme emocionada, mientras  yo te contaba  las cosas porque quería dar los mayores detalles posibles. Las horas delante del espejo decidiendo qué me ponía para el día de la graduación, que por cierto, llevé tus zapatos. Cuando empecé el instituto y nos enamoramos de esa saga de vampiros. Las noches de  cenar pizza, pintarnos las uñas, hacer tonterías,  sacarnos fotos y sobre todo hablar. Siempre prestándonos ropa, zapatos y bolsos. Las tardes en tiendas rebuscando ropa entre las montañas de desorden. El helado del paseo, las veces que nos montamos en las atracciones y chillábamos estalladas de la risa. Cuando íbamos a comprar la comida para el día siguiente, que era fiesta. Cuando me acompañaste al médico. Leyendo las conversaciones con mis amigos y explorando soluciones. Los secretos que nadie sabrá jamás. Mis llantos de emoción cuando dijiste “estoy embarazada”. Las ecografías y su nuevo cuarto. El nacimiento de tu primer hijo. Y luego teníamos que esperar a que se durmiera para poder tener esas noches de cine. Cuando íbamos a hacer la compra. Las canciones que me ayudaste a cantar. Los veranos en la playa hasta las tantas de la tarde y luego la cena en tu casa. Los días de piscina. Mis nuevos biquinis diseñados de tus recortes. Las excursiones familiares. Cuando querías maquillarme para probar cosas nuevas. Decidirnos para ir al cine. Cuando me enamoré por primera vez. Los dos años de espera llenos de problemas,  intentando buscar una buena respuesta para ciertos mensajes. Llenos  de intensas emociones contándote el progreso e indagando en él. El día que te lo encontraste y luego me llamaste emocionada chillando, jamás lo olvidaré. El momento en el qué todo se hizo realidad, mi primer novio. Te llamé chillando y aunque no entendías nada de lo que te decía por lo alterada que estaba tú también chillaste conmigo y esperaste a que me desahogara para preguntarme todo, cada detalle. El día que entramos por tu puerta y ambas sonreímos al mirarnos. Algún que otro día que me ibas a buscar al instituto y almorzábamos juntas. Los días que íbamos juntas al parque con el pequeño y para variar aprovechábamos y así hablar. Las conversaciones sobre bodas y quien me acompañaría a comprar el vestido. Más llantos cuando recibí la noticia de que de nuevo estabas embarazada. El crecimiento de tu barriga hasta casi estallar. Cuando me dijiste que era una de tus mejores amigas mientras íbamos en coche hacia tu casa, ese momento que jamás olvidaré.

Momentos, sentimientos, sonrisas, emociones, amor, vida. Me has dado tantas cosas desde que nací. Tantas maravillas. Me has dado tu amor y tu amistad. Eres mi hermana, significas algo que no sé muy bien cómo explicar. Lo que siento por ti es una mezcla de miles de cosas: familiaridad, amistad, hermandad, amor, confianza, fidelidad…  Eres una de las personas más importantes de mi vida, porque siempre lo has sido. Porque una de las causas por las que he llegado hasta aquí tal y como soy es por ti. Por todo el tiempo que hemos pasado juntas desde que era una niña, desde que llevaba moñitos hasta que me salieron granos. Desde que empecé a caminar hasta que me enamoré.  Ha sido toda una vida a tu lado siendo mucho más que tía y sobrina. Has sido mi consejera, mi alegría, mi llanto, mi sonrisa, mi ánimo, mi diario y mi amiga. Y no quiero que eso acabe nunca, nunca jamás. Sé que aún nos miramos y no hace falta hablar y sé que podemos contarnos cualquier cosa sin problema, pero quiero volver a vivir todos esos momentos contigo, vivirlos hasta que sea imposible. Quiero recordar nuestra relación como algo precioso e irrepetible. Y cuando estamos lejos, te sigo sintiendo, siento que estamos juntas. Y siento la necesidad de verte, de escucharte, de pasar tiempo contigo. De mandarte mensajes o llamarte de vez en cuando para escucharte. Hay algo que está en nosotras, algo que nació en aquel entonces y que no debe morir nunca.
Quiero que nuestra relación siga creciendo siempre. Porque yo siempre seré tu Tirsa, y tú, mi Séfora. Por mucho que crezcamos, siempre seremos nosotras.


jueves, 21 de marzo de 2013

Bonito amor


Qué bonito es el amor. Y sí, he de decirlo porque es verdad. Una verdad que cada día tiene menos importancia y más estupidez. Es bonito porque es real claro, si no no tiene sentido. Qué bonito es enamorarse y ver que quien te mira lo hace enamorado. Qué bonito es amar y ser amado, más que nada cuando amar es pasión y ser amado un privilegio. Privilegio de sentir, de vivir, de cantar y reír. Qué bonito es el amor cuando el detalle aparece un día cualquiera en una hora cualquiera de un lugar cualquiera. Qué bonita la mirada que aparece en el rostro de cada amante al encontrarse. Encontrarse y abrazarse, ese abrazo familiar. Qué bonitas las cartas, las palabras y las promesas que se palpan de un futuro juntos en el que caminar. Qué bonita la esperanza de una eternidad que por eterna llegará. Bonito el beso que no se espera de un beso que lo desea. Bonitas las flores que huelen a amor, bonito el olor del puro corazón. Las caricias así tal cual, en una mejilla o la otra, son el roce del cariño. Bonita la seriedad y el consejo del duro invierno bajo un duro sol. Bonita la confianza que confía en que confiar es lo mejor. Bonitas verdades que nunca mienten, que son verdades verdaderas. Bonito el amor que siempre quiere pues en su querer querrá quedarse. Bonito el amor que ilusiona, madura y tiene arrugas, porque es, fue y será. Bonita cada parte del amor, cada detalle del momento del amor. Bonito amor que se apellida perdón, porque el perdón acompañará al amor. Bonitas lágrimas y bonito esfuerzo el que lucha por un gran amor. Bonito amor porque es querer, porque es amor y es amar. Bonita mirada resplandeciente, lágrimas de cristal que inundan el corazón del amor, el que ama, enamorado: El amor.

lunes, 18 de marzo de 2013

La experiencia de las arrugas.


Marcas del pasado. Recuerdo de los años. Piel seca del trabajo. El sello de la experiencia.
Detrás de sus gafas se esconden grandes vistas que ven más allá de las montañas. Sus dientes han mordido los años de la guerra. Sus memorias saben más de lo que recuerdan.
Unos fueron galanes, otras señoritas que lucían estampadas flores en sus vestidos. Muchos trabajaban el campo, apreciaban la naturaleza como remedio a cualquier dolor, incluso del corazón. La mayoría estudiaron cómo sobrevivir el día a día.
Criaron hijos y despertaban antes que el sol para que este al medio día les abrazara con el duro calor de sus brazos. Ellas cuidaban la casa, la arreglaban, la limpiaban y la decoraban con fotos y recuerdos de sus pequeños cada día mayores. La ropa la cocían a mano, escribían en las prendas sus nombres. Las fiestas del pueblo, el pueblo que era familia. Se de uno que subía a la montaña para ver a aquella mujer peinarse el cabello en la azotea.
Vestidos de soldado obedecían al general, aprendieron a ser fuertes, a proteger, a defender, a ponerse firmes ante la tormenta.
Cuidaban de sus mujeres, ellas de sus maridos. Pasaron años, épocas e historias. Pasaron y transformaron su forma de vivir. Se enfrentaron a nuevos días, a nuevos retos. Le dieron todo a sus hijos y lo dan todo por sus nietos.
Ahora caminan despacio porque ya corrieron bastante en el pasado. Aprecian cada trozo de pan por aquellos años de mesa vacía. Ellas tejen aun lo que siempre han tejido. Ellos arreglan lo que siempre han sabido arreglar. Saludan al pueblo porque para ellos siempre ha sido familia. Sus paredes y muebles siguen llenos de fotografías y sus corazones de amor.
La sabiduría no habla, permanece en silencio y observa esperando el momento. La experiencia enseña, el desgaste de las manos y el gris de pelo dan paso a un largo pasado. Largo pasado que trae marcas del recuerdo, de los años que han llevado a la experiencia. La experiencia de las arrugas.

martes, 12 de marzo de 2013

Mal llamado amor.


Parecía una historia de amor, o eso creía ella. El amor es mucho más de lo que parece ser y no llega hasta que tiene que llegar. Ni antes ni después, aparece cuando menos te lo esperas de quien menos te imaginabas. Ella no esperó, puede que ni siquiera lo pensara. Muchas veces nos asomamos demasiado al precipicio y terminamos cayendo.
Eso que mal llaman amores pasan y se quedan en el olvido. No perduran, simplemente se quedan ahí, atrás.
Las antiguas poesías y los dramas que llevaban el amor hasta la muerte ahora son tema de risa. Los mensajes en una botella, las cartas con perfume a rosas no tienen nada de especial. Tomar té en el porche disfrutando de un cálido atardecer es perder el tiempo, y el tiempo que en el amor deseaba traspasar la muerte ya no dura un año. Único dicen que es ese sentimiento sin razón que con razón enamora. Enamora el amor a no muchas personas, porque muchas evitan que en el camino se les cruce. Era un tesoro, ahora por lo visto una reliquia que evita llegar al altar. Ese lugar donde el príncipe apuesto, espera a su princesa que atraviesa un gran pasillo vestida del color de la pureza. Y cuando están juntos se prometen amor eterno. Antes se soñaba con ello, ahora ni si quiera se divisa en los planes.
El amor no se encuentra buscando, el amor aparece. Aparece para cambiarte la vida, para darte un giro inesperado. El amor verdadero traspasa cualquier barrera, lucha y es valiente. Es más fuerte que los errores y sobrepasa los malos días. Si uno cae el otro le ayuda a levantarse, aprenden juntos y crecen juntos.
Parece que van de una flor en otra, esperando que alguna florezca, pero no se dan cuenta de que su color se apaga. Atraviesan el campo sin pararse a mirar lo que el camino les depara. Otros están ahí quietos disfrutando de la lluvia que cae del cielo porque saben que las grandes cosas se hacen de esperar.

jueves, 7 de marzo de 2013

Trastoque inesperado


Todo empezó en un mes de verano. Me enamoré de quien en teoría no debería enamorarme. Me enamoré de una mente mayor, de un pensamiento más desarrollado. Me enamoré de quien menos imaginaba enamorarme, me enamoró sin darse cuenta de que enamoraba. Se enamoró de quien nunca pensaba enamorarse, le enamoré sin saber que podía enamorar.

Nos enamoramos sin darnos casi cuenta mientras pasaban las estaciones.
Su sentido del humor, su manera de correr. Su risa, su extrovertida personalidad. Sus talentos y su música, su inteligencia y opinión. Su mentalidad y sensibilidad, su compasión y alegría. Su sencillez me cautivó y su corazón me dejó sin habla.

No encontraba la razón del porqué él  y porqué ahora, pero la vida nos sorprende continuamente y nos trastoca inesperadamente de un segundo para otro. De repente se hizo imprescindible en mi vida, se convirtió en una parte de mi corazón que dejaría de latir si desaparecía.
Aprendí a amarle sin darme cuenta, a luchar por un nosotros. Atravesé esas barreras que parecían de piedra como si fueran de tela. Por él me enfrenté a la amistad y a la verdad con fuerzas. Porque lo que parecía imposible es posible, y lo que tiene que ser será, impedirlo es en vano.

Yo me enamoré de su personalidad y compasión. Estoy enamorada de su olor y sus abrazos. Me enamoraré de sus arrugas y sus canas. Le cuidaré y le acunaré y haré de su dolor el mío. Si él llora yo lloro y si el canta yo canto. Un nosotros no lo tiene cualquiera y ahora que sé lo que es su amor prefiero cien años de soledad que vivirlos sin tenerlo, sin tenerle.

El amor es sufrido, el amor todo cree, el amor todo espera. El amor verdadero es amor para siempre.

martes, 5 de marzo de 2013

Nosotras.


Es un tiempo lejano en mi mente aquel pasado. Jugábamos a ser leones que rugían, magos que eran los más inteligentes con las matemáticas y que salían de clase para cumplir grandes misiones. Jugábamos a ser médicos y maestras, cantantes y representábamos los cuentos de fantasía arrastrándonos por el suelo. Cuando la tarde empezaba a caer salíamos al porche y me leías Mary Poppins mientras yo zampaba paquetes enteros de galletas María
.
Por la mañana íbamos al colegio en el maletero de la furgoneta con la que trabajaba mi padre. Nos encantaba porque el mal asfalto de la carretera nos hacía movernos de un lado para el otro como si montáramos en una atracción. Luego tu padre nos recogía y volvíamos a casa juntas.   Y esas eran nuestras tardes y nuestros días de verano. Pasarlas haciendo lo que se nos ocurriera pero juntas.
Pasaron los años y tú te hiciste mayor. Empezaste a entrar en esa etapa de innovación a la cual yo aún no había llegado. Ya no nos podíamos ver tanto, tenías que estudiar y yo asistir a mis clases de música. Años pasaron así.

Pero llegaron de nuevo. Nuestros caminos  volvieron a cruzarse para unirse por mucho tiempo. Cosas de la vida hicieron que estuviéramos más cerca que nunca, que nos viéramos siempre, que empezáramos a conocernos otra vez, que fuéramos inseparables. Durante todo ese tiempo nos cambiamos el corte de pelo, nos compramos ropa nueva, pasamos el invierno y el verano. Fuimos a la playa y nos abrazamos para entrar en calor los días de tormenta. Nos reímos a carcajadas y lloramos abrazadas.  Esos días de los que hablo perduran aún, hoy. Y son tan especiales… Somos la amistad perfecta, la que se complementa en todo, que es diferente de las demás. Somos la amistad que no habla de moda ni de esmalte de uñas porque prefiere saltar y correr por toda la casa haciendo locuras, y después terminar en el suelo sin poder respirar del ataque de risa. La amistad que no tiene vergüenza de nada en su intimidad, que ríe y llora cuando hace falta. La amistad que escucha y habla, que aconseja y da fuerzas. Que disfruta de cualquier momento por insignificante que parezca. Somos la amistad  que no tiene miedo a abrir su corazón en nada, que confía plenamente, que conoce en silencio. Somos la amistad  que se cuenta los más íntimos secretos, los que nunca nadie ha sabido ni sabrá. Somos la amistad que habla todo lo que tiene que hablar sin decir una sola palabra, con la mirada. Somos la que siempre piensa cosas extrañas de las cosas que parecen normales. Somos la amistad que se ríe de lo normal porque para nosotras lo normal es ser raras. Somos la amistad que se inventa historias lo más absurdas posibles y luego las dibuja para no olvidarlas. Somos la amistad que montaría una tienda de golosinas en vez  de cosmética. La amistad que se abraza y hace una guerra de almohadas inesperada. Somos esa amistad  que lleva la misma sangre.  Esa amistad que siente orgullo por su apellido y que en algún que otro momento recuerda historias de  ese pasado familiar, o se sonríe de los rasgos que nos unen.

Podría seguir escribiendo páginas y páginas, eso seguro. Pero no es lo que me proponía. Simplemente plasmar aquí eso que ronda por mi mente y se por tus palabras que en la tuya también. Somos sin duda una amistad especial y única, a la que no cambiaría por nada del mundo. Nosotras hacemos que sea especial, que todo sea lo que no parece ser. Nosotras hacemos que cada uno de esos momentos valga la pena vivirlos. Estamos ahí en lo mejor y en lo peor. Incluso en la salud y la enfermedad. Y repito que somos nosotras, ya sabemos nuestros nombres, las que creamos, borramos, pintamos y construimos nuestro “nosotras”.  Una palabra que le ha dado más vida que nunca a mis últimos años, que me ha hecho crecer y aprender. Que me ha hecho agradecer tu existencia, que me sintiera como nunca, con la persona más parecida a mí que podría haber existido. Mi mejor amiga. Y así seguimos pasando nuestros días,  haciendo lo que se nos ocurre pero juntas.

Lluvia.


Esa mañana al despertarme me tuve que abrigar más de lo normal. Me puse otra chaqueta encima y cerré la cremallera hasta que me tocara la garganta. En el baño el agua salía fría, lo que hizo que me costara el doble lavarme la cara. Cuando tuve que cambiar mi pijama pr la ropa que llevaría a clase, eso sí que fue un suplicio. Desayuné y me limpié los dientes. Entonces salí de casa, y mientras bajaba las escaleras me percaté de lo oscurecido que estaba todo. La carretera, los árboles, las rejas… Un olor a humedad invadía la calle. Sobre mis hombros las gotas del cielo salpicaban mi ropa con sus “buenos días”. Llovía. Llovía sobre el color verde de las plantas, llovía sobre el negro piche y las grises verjas. Llovía sobre el mustio color de las montañas, sobre el mar y la hierba. Llovía sobre mi cabeza acariciando las mejillas sonrojadas de un semblante mañanero.
Al entrar al instituto todos arrastraban los zapatos por el suelo para secarlos del camino. El ambiente era acogedor, al menos para mí. Tras la cristalera de la entrada se podía apreciar la neblina que cada vez cubría más el paisaje.
Bajo un cielo encapotado y lluvioso yo disfrutaba. Me aferraba a mi sudadera y me cubría con mi pelo. Mis uñas color negro se resaltaban en la fría piel blanca de mis manos.
La lluvia y el frío me producían satisfacción y tranquilidad. Ese día no tenía ganas de estudiar ni de hacer nada por obligación. Solo disfrutar de los detalles y el agua, del calor del algodón y la comida bien caliente. De escuchar el chapoteo de los niños al pisar un charco y de los dibujos que hacen las gotas de agua en mi ventana.
Simplemente apreciar ese día encapotado y lluvioso.

domingo, 17 de febrero de 2013

Arte


El arte me vuelve loca, como una cabra. Puedo imaginar tantas cosas con él que a veces creo estar en la locura por no imaginar lo que los demás imaginan. Puedo fijarme en detalles insignificantes para cualquiera, pero que para mí hablan. Me llaman y me dicen que ese momento es solo nuestro, que nadie más se está enterando, que estamos disfrutando de ese pequeño trozo de vida sin que los demás se den cuenta. Puedo encontrar toda la hermosura en  cosas que nadie ve hermosas. Puedo notar la sensación del lápiz trazando el papel, o cómo las teclas del piano golpean las cuerdas invisibles.  Disfrutar del color del barroco sentada en una silla escuchando su música. El arte me hace pensar más allá de lo que lleva una rosa, más allá de lo que contiene una caja de madera cubierta de polvo. Imaginar más allá de lo que veo, volar con lo que siento, sentir con lo que sueño. Puedo ver en las miradas mucho más que una mirada. Recuerdo los recuerdos como una gran historia con su orquesta al fondo. Y miro como cae el té de la tetera, sin hacer ruido acariciando la taza. Palpo la madera y huelo los libros para saber cuánta sabiduría llevan dentro. Observo la tinta que sale de la pluma al escribir, los sobres de las cartas. Intento averiguar lo que dicen los rostros de los andantes en la acera. Los lápices de colores afilados y manchados por el tiempo me son especiales. Los zapatos usados y estropeados me muestran el desgaste del camino. Las flores me hablan de la vida, los dulces me traen ternura. Los bloques sin color, así tal y como son abren un espacio a los sentimientos para expresarse tal y como son. La tela, esas llevan historia, y las puertas familias. El campo vuela con el viento, los árboles siempre están protegiéndome cuando el césped se alborota y no me deja escribir. Pinzas para tender la ropa que ya ni funcionan, de madera, rotas y descoloridas, son las más bonitas.
El arte se escucha, se huele, se palpa, se siente, se vive. El arte danza por las venas, mueve a las manos, conmueve al corazón. El arte hace sufrir y amar, hace sonreír y me da tranquilidad. El arte refleja el alma. Lo que el corazón grita lo pinta con colores, lo escribe con palabras, lo toca con el piano. El arte  recuerda, revive el pasado. Muestra la historia del corazón. Ambos hablamos y cantamos, pintamos y creamos. Soñamos y viajamos juntos. El arte está, el arte es arte. El arte es vida. La vida es arte. 

lunes, 14 de enero de 2013

El tiempo.


Las velas se fundían en la moqueta roja. Un antiguo teléfono  encima de la mesilla junto a una taza de café caliente. Pinceles en  un bote  marrón, viejas pinturas utilizadas, grandes obras en partitura desordenadas en el suelo. Un precioso violín rodeado de libros  y un anticuado reloj. El tiempo.
Y ahí estábamos nosotros, sentados en ese escenario decorado con curiosos detalles. Rodeados de velas mientras toda esa gente sentada nos observaba  con intriga.
Yo mientras tanto pensaba. Pensaba en sus rostros mientras escuchaban sobre la vida y el tiempo. La esperanza que nos lleva a vivir la vida aprovechando el tiempo. Unos lloraban, otros con la mirada perdida,  inmersos en los recovecos de su corazón. Otros  queriendo parecer fuertes permanecían inmóviles. Y otros contemplaban las palabras llevándolas a su pasado.
En aquel momento todos pudimos parar el tiempo. Tomar un momento y escuchar lo que el interior pide a gritos pero en silencio. Porque ¿qué es la vida? ¿Qué es mi vida? ¿Para qué  mi tiempo? ¿Para quién  mi corazón?  Materialismo vano y malgasto constante. Le decimos adiós a las personas  y nos introducimos en nuestro propio ego, sin salir, sin poder compartir para aprender.  Siempre preocupados por necedades  sin percibir el sonido de los que lloran. Aquí y siempre aquí. No existen culturas para nosotros, no existen más mundos que descubrir. No hay personas a mi lado a las que pueda escuchar.
Se ha perdido el valor de los valores. El amor, la confianza y el perdón de corazón. Ya no se disfruta el tiempo con los padres, ya no escuchamos la historia de los sabios abuelos. No atendemos a los consejos, nos olvidamos del respeto. No somos agradecidos con lo que tenemos y en cambio los que no tienen sí lo son.
¡Pero que no se pierdan más cosas! Estamos aquí para algo, y al final no haremos nada.
Vamos a pararnos otra vez y escuchemos a nuestro corazón, qué es lo que pide, qué es ese vacío que hay que llenar.  Pensemos en como será cuando seamos ya viejos y al mirar hacia atrás veamos que todo ha sido nada, que no hemos marcado este mundo con nuestras huellas, que no hemos aprovechado realmente el tiempo. Y nuestro tiempo empezó ya, ahora, ya está pasando. Así que, puede, quizás, solo quizás esa persona que está a nuestro lado necesite algo más de lo que pensamos. Quizás tu madre necesita algo más de ti, puede que ese niño de la esquina que no conoces de nada necesite un amigo. Sal adelante, sal y corre despacio, con precaución pero corre. Muchos dicen que la vida hay que vivirla como si fuera el último segundo, así que aprecia lo que tienes ahora porque puede que mañana ya no esté. Considera las necesidades de los demás, aprecia al que no te aprecia y ama, sobre todas las cosas ama. Porque el amor es el mayor de todos. Y amar a las personas es lo que realmente permanece para siempre. Y creedme, es mucho mejor dar que recibir.
Yo seguía allí sentada, esperando que toda esa gente diera el paso de cambiar, de transformar, de  vivir con esperanza.

miércoles, 9 de enero de 2013

Grandiosa naturaleza.



Es azul, es verde
es roja y amarilla
Es inmensa y tan pequeña
es fría y nos da calor
Alumbra y nos esconde
 en la oscuridad
Es hermosa, tan hermosa
como nunca nada lo fue tanto
 Es vida en abundancia
vida complejamente perfecta
Es un rincón en el paraje
para pensar y crear
Es observar maravillas
naravillarse con lo maravilloso
Son los cielos color celeste,
la tierra verde esperanza
Son los seres que vuelan
y cantan cada mañana
Son las aguas y su mundo inmerso 
 la fauna y sus colores vivos.
Son más palabras 
de las que mi mano jamás podría escribir
Pero el despertar del celo
Su amanecer son esas,
Las palabras que no hay.
Regalo hermoso, precioso sol.
Es ella, la madre tierra,
nuestra grandiosa naturaleza.