Música para leer

lunes, 8 de abril de 2013

Burla



No lo soporto. No soporto la idea de que una persona sufra por culpa de la maldad de otras. No soporto que se rían como si no pasara nada, como si se tratara de una cosa estúpida y no de un corazón que palpita su  misma sangre. No soporto los celos y la envidia, las críticas estúpidas que no llevan a nada, las que son burla de pequeños defectos que en realidad todos tenemos. No soporto nada de eso. Pero sobre todo, no soporto ver como ese lejano personaje sufre y se decae por culpa de ello, que se hunde y su sonrisa quede tan frágil como su corazón. Ver que sus muñecas sangran, que necesite esconderse o encerrarse para olvidar. Que sus sueños se convierten en papeles rotos, esparcidos por el suelo de su vida. No comen, no duermen, no consiguen disfrutar de lo que un día pasó de ser una fantasía a ser su realidad. Y ahí estamos, nosotros, los infrágiles por lo visto, rompiendo los sueños de grandes soñadores, de valientes y trabajadores que se han esforzado por lograrlos. No lo soporto.
Soy yo, aquí sentada, pensando en todas esas vidas destrozadas a causa de los gritos desesperados de la envidia. Soy yo la que lo escucha cada día en sus risas, la que lo ve en esas viñetas infantiles por su ignorancia. Soy yo la que mira a los ojos de esas personas  y siento su dolor en mi corazón. Yo la que ha entendido que a unos nos toca algo y a otros otro algo. Yo la que escucha la dulzura de sus voces, la que ve más allá de las vestimentas y los retoques, la que ve una vida como la mía o la de cualquiera. Soy yo quien ve sus máscaras de indiferencia o sus obras teatrales de fingimiento. Al entrar en sus habitaciones dejan de interpretar y lloran. Soy yo la que entiende  que las personas no somos de acero, aquí y en Lima. Soy yo. ¡Pero no quiero ser yo! Quiero que sean todos, ellos, los de mi alrededor.  Quiero que miren más allá de lo que se ve a simple vista y traten de sentir por los que sienten dolor. No quiero ser solo yo la única que se ha dado cuenta de que todas las personas somos iguales, todas tenemos corazón, todas sentimos lo que  hacen al corazón. No quiero ser la única en ver que las lágrimas al caer al suelo se rompen como el cristal, cortándonos los pies. Que el daño se hace consciente o inconscientemente, que las palabras hay que cuidarlas. No quiero tener que soportar un día más viendo como un desconocido conocido ya no sueña ni sonríe. No quiero que lo importante de esta vida se destruya. No quiero que todo sea egoísmo y desprecio. Solo quiero un poco más de pasión por lo que somos, seres frágiles y sensibles que tratamos de vivir cada uno nuestro camino. Solo quiero que todos, juntos, nos guste o no, podamos escuchar esas dulces voces cantando por encima del griterío del mundo con fuerza.
 

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