Música para leer

viernes, 29 de marzo de 2013

Querida Séfora


Solo te he hecho este regalo para que sepas que no me olvido de ti y para que tú tampoco me olvides a mí. Para que cuando lo veas recuerdes cuanto te quiero y cuanto has significado y significas para mí.
Empecemos desde el principio, cuando solo era una niña, o incluso un bebé. Tú estabas ahí. Cuando fui creciendo y soplaba las velas contigo a mi lado. Cuando siempre me regalabas collares y pendientes. Cuando me pintabas las uñas y me maquillabas de un rosa cantoso. Cuando hiciste que diseñaran un vestido para mí, color amarillo. Cuando ese mismo día me regalaste una cadena que todavía recuerdo. Cuando te  acompañé a vestirte  antes de el gran día. El gran día de tu boda, caminando delante de ti y llevando los anillos.  Las tardes de peluquería. Cuando empezaron a gustarme los chicos.  Las horas que tuviste que soportarme emocionada, mientras  yo te contaba  las cosas porque quería dar los mayores detalles posibles. Las horas delante del espejo decidiendo qué me ponía para el día de la graduación, que por cierto, llevé tus zapatos. Cuando empecé el instituto y nos enamoramos de esa saga de vampiros. Las noches de  cenar pizza, pintarnos las uñas, hacer tonterías,  sacarnos fotos y sobre todo hablar. Siempre prestándonos ropa, zapatos y bolsos. Las tardes en tiendas rebuscando ropa entre las montañas de desorden. El helado del paseo, las veces que nos montamos en las atracciones y chillábamos estalladas de la risa. Cuando íbamos a comprar la comida para el día siguiente, que era fiesta. Cuando me acompañaste al médico. Leyendo las conversaciones con mis amigos y explorando soluciones. Los secretos que nadie sabrá jamás. Mis llantos de emoción cuando dijiste “estoy embarazada”. Las ecografías y su nuevo cuarto. El nacimiento de tu primer hijo. Y luego teníamos que esperar a que se durmiera para poder tener esas noches de cine. Cuando íbamos a hacer la compra. Las canciones que me ayudaste a cantar. Los veranos en la playa hasta las tantas de la tarde y luego la cena en tu casa. Los días de piscina. Mis nuevos biquinis diseñados de tus recortes. Las excursiones familiares. Cuando querías maquillarme para probar cosas nuevas. Decidirnos para ir al cine. Cuando me enamoré por primera vez. Los dos años de espera llenos de problemas,  intentando buscar una buena respuesta para ciertos mensajes. Llenos  de intensas emociones contándote el progreso e indagando en él. El día que te lo encontraste y luego me llamaste emocionada chillando, jamás lo olvidaré. El momento en el qué todo se hizo realidad, mi primer novio. Te llamé chillando y aunque no entendías nada de lo que te decía por lo alterada que estaba tú también chillaste conmigo y esperaste a que me desahogara para preguntarme todo, cada detalle. El día que entramos por tu puerta y ambas sonreímos al mirarnos. Algún que otro día que me ibas a buscar al instituto y almorzábamos juntas. Los días que íbamos juntas al parque con el pequeño y para variar aprovechábamos y así hablar. Las conversaciones sobre bodas y quien me acompañaría a comprar el vestido. Más llantos cuando recibí la noticia de que de nuevo estabas embarazada. El crecimiento de tu barriga hasta casi estallar. Cuando me dijiste que era una de tus mejores amigas mientras íbamos en coche hacia tu casa, ese momento que jamás olvidaré.

Momentos, sentimientos, sonrisas, emociones, amor, vida. Me has dado tantas cosas desde que nací. Tantas maravillas. Me has dado tu amor y tu amistad. Eres mi hermana, significas algo que no sé muy bien cómo explicar. Lo que siento por ti es una mezcla de miles de cosas: familiaridad, amistad, hermandad, amor, confianza, fidelidad…  Eres una de las personas más importantes de mi vida, porque siempre lo has sido. Porque una de las causas por las que he llegado hasta aquí tal y como soy es por ti. Por todo el tiempo que hemos pasado juntas desde que era una niña, desde que llevaba moñitos hasta que me salieron granos. Desde que empecé a caminar hasta que me enamoré.  Ha sido toda una vida a tu lado siendo mucho más que tía y sobrina. Has sido mi consejera, mi alegría, mi llanto, mi sonrisa, mi ánimo, mi diario y mi amiga. Y no quiero que eso acabe nunca, nunca jamás. Sé que aún nos miramos y no hace falta hablar y sé que podemos contarnos cualquier cosa sin problema, pero quiero volver a vivir todos esos momentos contigo, vivirlos hasta que sea imposible. Quiero recordar nuestra relación como algo precioso e irrepetible. Y cuando estamos lejos, te sigo sintiendo, siento que estamos juntas. Y siento la necesidad de verte, de escucharte, de pasar tiempo contigo. De mandarte mensajes o llamarte de vez en cuando para escucharte. Hay algo que está en nosotras, algo que nació en aquel entonces y que no debe morir nunca.
Quiero que nuestra relación siga creciendo siempre. Porque yo siempre seré tu Tirsa, y tú, mi Séfora. Por mucho que crezcamos, siempre seremos nosotras.


jueves, 21 de marzo de 2013

Bonito amor


Qué bonito es el amor. Y sí, he de decirlo porque es verdad. Una verdad que cada día tiene menos importancia y más estupidez. Es bonito porque es real claro, si no no tiene sentido. Qué bonito es enamorarse y ver que quien te mira lo hace enamorado. Qué bonito es amar y ser amado, más que nada cuando amar es pasión y ser amado un privilegio. Privilegio de sentir, de vivir, de cantar y reír. Qué bonito es el amor cuando el detalle aparece un día cualquiera en una hora cualquiera de un lugar cualquiera. Qué bonita la mirada que aparece en el rostro de cada amante al encontrarse. Encontrarse y abrazarse, ese abrazo familiar. Qué bonitas las cartas, las palabras y las promesas que se palpan de un futuro juntos en el que caminar. Qué bonita la esperanza de una eternidad que por eterna llegará. Bonito el beso que no se espera de un beso que lo desea. Bonitas las flores que huelen a amor, bonito el olor del puro corazón. Las caricias así tal cual, en una mejilla o la otra, son el roce del cariño. Bonita la seriedad y el consejo del duro invierno bajo un duro sol. Bonita la confianza que confía en que confiar es lo mejor. Bonitas verdades que nunca mienten, que son verdades verdaderas. Bonito el amor que siempre quiere pues en su querer querrá quedarse. Bonito el amor que ilusiona, madura y tiene arrugas, porque es, fue y será. Bonita cada parte del amor, cada detalle del momento del amor. Bonito amor que se apellida perdón, porque el perdón acompañará al amor. Bonitas lágrimas y bonito esfuerzo el que lucha por un gran amor. Bonito amor porque es querer, porque es amor y es amar. Bonita mirada resplandeciente, lágrimas de cristal que inundan el corazón del amor, el que ama, enamorado: El amor.

lunes, 18 de marzo de 2013

La experiencia de las arrugas.


Marcas del pasado. Recuerdo de los años. Piel seca del trabajo. El sello de la experiencia.
Detrás de sus gafas se esconden grandes vistas que ven más allá de las montañas. Sus dientes han mordido los años de la guerra. Sus memorias saben más de lo que recuerdan.
Unos fueron galanes, otras señoritas que lucían estampadas flores en sus vestidos. Muchos trabajaban el campo, apreciaban la naturaleza como remedio a cualquier dolor, incluso del corazón. La mayoría estudiaron cómo sobrevivir el día a día.
Criaron hijos y despertaban antes que el sol para que este al medio día les abrazara con el duro calor de sus brazos. Ellas cuidaban la casa, la arreglaban, la limpiaban y la decoraban con fotos y recuerdos de sus pequeños cada día mayores. La ropa la cocían a mano, escribían en las prendas sus nombres. Las fiestas del pueblo, el pueblo que era familia. Se de uno que subía a la montaña para ver a aquella mujer peinarse el cabello en la azotea.
Vestidos de soldado obedecían al general, aprendieron a ser fuertes, a proteger, a defender, a ponerse firmes ante la tormenta.
Cuidaban de sus mujeres, ellas de sus maridos. Pasaron años, épocas e historias. Pasaron y transformaron su forma de vivir. Se enfrentaron a nuevos días, a nuevos retos. Le dieron todo a sus hijos y lo dan todo por sus nietos.
Ahora caminan despacio porque ya corrieron bastante en el pasado. Aprecian cada trozo de pan por aquellos años de mesa vacía. Ellas tejen aun lo que siempre han tejido. Ellos arreglan lo que siempre han sabido arreglar. Saludan al pueblo porque para ellos siempre ha sido familia. Sus paredes y muebles siguen llenos de fotografías y sus corazones de amor.
La sabiduría no habla, permanece en silencio y observa esperando el momento. La experiencia enseña, el desgaste de las manos y el gris de pelo dan paso a un largo pasado. Largo pasado que trae marcas del recuerdo, de los años que han llevado a la experiencia. La experiencia de las arrugas.

martes, 12 de marzo de 2013

Mal llamado amor.


Parecía una historia de amor, o eso creía ella. El amor es mucho más de lo que parece ser y no llega hasta que tiene que llegar. Ni antes ni después, aparece cuando menos te lo esperas de quien menos te imaginabas. Ella no esperó, puede que ni siquiera lo pensara. Muchas veces nos asomamos demasiado al precipicio y terminamos cayendo.
Eso que mal llaman amores pasan y se quedan en el olvido. No perduran, simplemente se quedan ahí, atrás.
Las antiguas poesías y los dramas que llevaban el amor hasta la muerte ahora son tema de risa. Los mensajes en una botella, las cartas con perfume a rosas no tienen nada de especial. Tomar té en el porche disfrutando de un cálido atardecer es perder el tiempo, y el tiempo que en el amor deseaba traspasar la muerte ya no dura un año. Único dicen que es ese sentimiento sin razón que con razón enamora. Enamora el amor a no muchas personas, porque muchas evitan que en el camino se les cruce. Era un tesoro, ahora por lo visto una reliquia que evita llegar al altar. Ese lugar donde el príncipe apuesto, espera a su princesa que atraviesa un gran pasillo vestida del color de la pureza. Y cuando están juntos se prometen amor eterno. Antes se soñaba con ello, ahora ni si quiera se divisa en los planes.
El amor no se encuentra buscando, el amor aparece. Aparece para cambiarte la vida, para darte un giro inesperado. El amor verdadero traspasa cualquier barrera, lucha y es valiente. Es más fuerte que los errores y sobrepasa los malos días. Si uno cae el otro le ayuda a levantarse, aprenden juntos y crecen juntos.
Parece que van de una flor en otra, esperando que alguna florezca, pero no se dan cuenta de que su color se apaga. Atraviesan el campo sin pararse a mirar lo que el camino les depara. Otros están ahí quietos disfrutando de la lluvia que cae del cielo porque saben que las grandes cosas se hacen de esperar.

jueves, 7 de marzo de 2013

Trastoque inesperado


Todo empezó en un mes de verano. Me enamoré de quien en teoría no debería enamorarme. Me enamoré de una mente mayor, de un pensamiento más desarrollado. Me enamoré de quien menos imaginaba enamorarme, me enamoró sin darse cuenta de que enamoraba. Se enamoró de quien nunca pensaba enamorarse, le enamoré sin saber que podía enamorar.

Nos enamoramos sin darnos casi cuenta mientras pasaban las estaciones.
Su sentido del humor, su manera de correr. Su risa, su extrovertida personalidad. Sus talentos y su música, su inteligencia y opinión. Su mentalidad y sensibilidad, su compasión y alegría. Su sencillez me cautivó y su corazón me dejó sin habla.

No encontraba la razón del porqué él  y porqué ahora, pero la vida nos sorprende continuamente y nos trastoca inesperadamente de un segundo para otro. De repente se hizo imprescindible en mi vida, se convirtió en una parte de mi corazón que dejaría de latir si desaparecía.
Aprendí a amarle sin darme cuenta, a luchar por un nosotros. Atravesé esas barreras que parecían de piedra como si fueran de tela. Por él me enfrenté a la amistad y a la verdad con fuerzas. Porque lo que parecía imposible es posible, y lo que tiene que ser será, impedirlo es en vano.

Yo me enamoré de su personalidad y compasión. Estoy enamorada de su olor y sus abrazos. Me enamoraré de sus arrugas y sus canas. Le cuidaré y le acunaré y haré de su dolor el mío. Si él llora yo lloro y si el canta yo canto. Un nosotros no lo tiene cualquiera y ahora que sé lo que es su amor prefiero cien años de soledad que vivirlos sin tenerlo, sin tenerle.

El amor es sufrido, el amor todo cree, el amor todo espera. El amor verdadero es amor para siempre.

martes, 5 de marzo de 2013

Nosotras.


Es un tiempo lejano en mi mente aquel pasado. Jugábamos a ser leones que rugían, magos que eran los más inteligentes con las matemáticas y que salían de clase para cumplir grandes misiones. Jugábamos a ser médicos y maestras, cantantes y representábamos los cuentos de fantasía arrastrándonos por el suelo. Cuando la tarde empezaba a caer salíamos al porche y me leías Mary Poppins mientras yo zampaba paquetes enteros de galletas María
.
Por la mañana íbamos al colegio en el maletero de la furgoneta con la que trabajaba mi padre. Nos encantaba porque el mal asfalto de la carretera nos hacía movernos de un lado para el otro como si montáramos en una atracción. Luego tu padre nos recogía y volvíamos a casa juntas.   Y esas eran nuestras tardes y nuestros días de verano. Pasarlas haciendo lo que se nos ocurriera pero juntas.
Pasaron los años y tú te hiciste mayor. Empezaste a entrar en esa etapa de innovación a la cual yo aún no había llegado. Ya no nos podíamos ver tanto, tenías que estudiar y yo asistir a mis clases de música. Años pasaron así.

Pero llegaron de nuevo. Nuestros caminos  volvieron a cruzarse para unirse por mucho tiempo. Cosas de la vida hicieron que estuviéramos más cerca que nunca, que nos viéramos siempre, que empezáramos a conocernos otra vez, que fuéramos inseparables. Durante todo ese tiempo nos cambiamos el corte de pelo, nos compramos ropa nueva, pasamos el invierno y el verano. Fuimos a la playa y nos abrazamos para entrar en calor los días de tormenta. Nos reímos a carcajadas y lloramos abrazadas.  Esos días de los que hablo perduran aún, hoy. Y son tan especiales… Somos la amistad perfecta, la que se complementa en todo, que es diferente de las demás. Somos la amistad que no habla de moda ni de esmalte de uñas porque prefiere saltar y correr por toda la casa haciendo locuras, y después terminar en el suelo sin poder respirar del ataque de risa. La amistad que no tiene vergüenza de nada en su intimidad, que ríe y llora cuando hace falta. La amistad que escucha y habla, que aconseja y da fuerzas. Que disfruta de cualquier momento por insignificante que parezca. Somos la amistad  que no tiene miedo a abrir su corazón en nada, que confía plenamente, que conoce en silencio. Somos la amistad  que se cuenta los más íntimos secretos, los que nunca nadie ha sabido ni sabrá. Somos la amistad que habla todo lo que tiene que hablar sin decir una sola palabra, con la mirada. Somos la que siempre piensa cosas extrañas de las cosas que parecen normales. Somos la amistad que se ríe de lo normal porque para nosotras lo normal es ser raras. Somos la amistad que se inventa historias lo más absurdas posibles y luego las dibuja para no olvidarlas. Somos la amistad que montaría una tienda de golosinas en vez  de cosmética. La amistad que se abraza y hace una guerra de almohadas inesperada. Somos esa amistad  que lleva la misma sangre.  Esa amistad que siente orgullo por su apellido y que en algún que otro momento recuerda historias de  ese pasado familiar, o se sonríe de los rasgos que nos unen.

Podría seguir escribiendo páginas y páginas, eso seguro. Pero no es lo que me proponía. Simplemente plasmar aquí eso que ronda por mi mente y se por tus palabras que en la tuya también. Somos sin duda una amistad especial y única, a la que no cambiaría por nada del mundo. Nosotras hacemos que sea especial, que todo sea lo que no parece ser. Nosotras hacemos que cada uno de esos momentos valga la pena vivirlos. Estamos ahí en lo mejor y en lo peor. Incluso en la salud y la enfermedad. Y repito que somos nosotras, ya sabemos nuestros nombres, las que creamos, borramos, pintamos y construimos nuestro “nosotras”.  Una palabra que le ha dado más vida que nunca a mis últimos años, que me ha hecho crecer y aprender. Que me ha hecho agradecer tu existencia, que me sintiera como nunca, con la persona más parecida a mí que podría haber existido. Mi mejor amiga. Y así seguimos pasando nuestros días,  haciendo lo que se nos ocurre pero juntas.

Lluvia.


Esa mañana al despertarme me tuve que abrigar más de lo normal. Me puse otra chaqueta encima y cerré la cremallera hasta que me tocara la garganta. En el baño el agua salía fría, lo que hizo que me costara el doble lavarme la cara. Cuando tuve que cambiar mi pijama pr la ropa que llevaría a clase, eso sí que fue un suplicio. Desayuné y me limpié los dientes. Entonces salí de casa, y mientras bajaba las escaleras me percaté de lo oscurecido que estaba todo. La carretera, los árboles, las rejas… Un olor a humedad invadía la calle. Sobre mis hombros las gotas del cielo salpicaban mi ropa con sus “buenos días”. Llovía. Llovía sobre el color verde de las plantas, llovía sobre el negro piche y las grises verjas. Llovía sobre el mustio color de las montañas, sobre el mar y la hierba. Llovía sobre mi cabeza acariciando las mejillas sonrojadas de un semblante mañanero.
Al entrar al instituto todos arrastraban los zapatos por el suelo para secarlos del camino. El ambiente era acogedor, al menos para mí. Tras la cristalera de la entrada se podía apreciar la neblina que cada vez cubría más el paisaje.
Bajo un cielo encapotado y lluvioso yo disfrutaba. Me aferraba a mi sudadera y me cubría con mi pelo. Mis uñas color negro se resaltaban en la fría piel blanca de mis manos.
La lluvia y el frío me producían satisfacción y tranquilidad. Ese día no tenía ganas de estudiar ni de hacer nada por obligación. Solo disfrutar de los detalles y el agua, del calor del algodón y la comida bien caliente. De escuchar el chapoteo de los niños al pisar un charco y de los dibujos que hacen las gotas de agua en mi ventana.
Simplemente apreciar ese día encapotado y lluvioso.