Música para leer

miércoles, 28 de mayo de 2014

Esperanza ruidosa

Es increíble la manera en la que podemos vivir con una paz interior indescriptible incluso ante cualquier situación complicada, dura o dolorosa. Nos acompaña una esperanza silenciosa pero ruidosa. Es increíble cómo puede llegar a disfrutar uno de leer para entender, de leer para conocer, de leer para descubrir, aprender y buscar. Es increíble cantar y trasladarte a otro lugar, puro, lleno de vida. Es increíble componer y querer buscar en los acordes la tónica que llegue al cielo. Pero para mí, lo que hace más increíble todo esto, y sobre todo, útil, es caminar. Caminar con todo ese material en la mente y el corazón, con las manos abiertas para acoger a otras. He aprendido con el paso del tiempo, el poco que he vivido, que caminar nos abre camino, que el camino se ilumina, que llegan las respuestas y que todo cobra sentido. He visto como las miradas rotas, llenas de oscuridad, se volvían cristalinas, volvían a la vida. He visto como una sonrisa aparecía tras años al sentir el brazo de alguien preocupándose por sus hombros solitarios. He podido vivir el cambio de una persona que de repente entiende que el sol no está ahí por azar, que toda nuestra historia se ha enlazado porque algo tenía que pasar. Lo he visto, lo he sentido, lo he entendido y lo he vivido. Mi tiempo se ha visto influenciado por ello, afectado y sujeto a historias, personas que sin yo saberlo, pedían ayuda tras sus rostros usuales, tras sus fingidas geniales relaciones familiares, tras sus escandalosas risas. Y cuando te acercas suficiente, se derrumban y te dan a ver su realidad, te hacen formar parte de las pequeñas moralejas que han vivido, de las soluciones que no han solucionado nada, de sus búsquedas inútiles de la verdad. Entonces te das cuenta de que no sabes qué decir, que todas esas palabras que habías aprendido y pensabas soltar de sopetón, no van a hacer efecto porque ya demasiada gente las ha hecho llegar a sus oídos. Te das cuenta de que están cansados de todas esas palabras, que están cansados de los ánimos de un día, que están cansados de promesas inmediatas y repentinas. Entonces, empiezas a caminar, empiezas a invertir tiempo y terminas invirtiendo amor, si es que eso se puede invertir. La vida que has vivido tiene ahora sentido, y todo lo que habías leído se llena de una vida incomparable. Puedes cantar las canciones reviviendo la imagen de toda esa gente, de las historias individuales. Y todo este tiempo, has sido tú el que ha estado aprendiendo a caminar, aprendiendo a amar, aprendiendo a no rendirte y a ser constante con lo que lees, cantas y dices. Ahora, mientras escribo sentada bajo una luz amarilla y calurosa, me viene a la mente una gran inspiración, grandiosa y llena de sencillez. Una inspiración pura, constante y perfecta, de esas que invierten no su tiempo, si no su vida en personas como yo, tan simples, tan imperfectas y torpes, tan insignificantes. Jesús, caminando entre la gente, como muchas veces tengo la oportunidad de verlo. Abriendo los ojos, abrazando y recogiendo del suelo a la gente. Ese Jesús, mi inspiración, mi búsqueda diaria, mi latir y pasión, mi sangre y aliento. Se que podría morir en cualquier momento si dejara de serlo, moriría para convertirme en alguien a quien no conozco, alguien solitaria e inmersa en sí misma. Ahora vuelvo al principio, y repito: es increíble la manera en la que podemos vivir con una paz interior indescriptible incluso ante cualquier situación complicada, dura o dolorosa. Nos acompaña una esperanza silenciosa pero ruidosa. Y aquí, modifico el texto: la esperanza que tenemos no puede ser silenciosa, se tiene que escuchar en cada esquina, se tiene que ver en cada gesto, se tiene que vivir en cada momento, en cada segundo de nuestras vidas. Esa esperanza, debe ser nuestra vida.