Deambulan las calles, las esquinas, los semáforos. Se
huelen, se escuchan. Llama el sonido de sus vasos de metal con una moneda por
horas. Familias desamparadas que se esconden tras las chabolas invisibles de
una gran ciudad. Poco abrigo para tanto frio, mucho tiempo para tanto calor.
Pérdidas, desempleos, olvidos, emigrantes, muertos de hambre. Carteles,
cartones sucios que transportan mensajes de desesperación, desesperanza y
auxilio. El tumulto camina, corre, mirada de reojo es la distancia que comparte
con ese que se sienta en el suelo. ¿Quién conoce la historia que se envuelve
tras sus ojos? ¿Quién conoce la historia que se envuelve tras sus ojos? ¿Quién
ha cosido alguna vez su ropa o ha limpiado sus manos? Sobrevivir, cualquier
cosa es válida ante un público que solo necesita espectáculo para brindar
limosna. No vale un mensaje, de eso está cansado.
Vivía en una caseta de campaña junto al resto de su familia, su madre había muerto borracha mientras entre hermanos se cuidaban unos a otros en un país lejano a este nuevo hogar. Nunca aprendieron, no sabía ni escribir.