Música para leer

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Estanterías sin respuesta


Es complicado cuando no sabes lo que quieres. Es complicado cuando tienes que elegir algo que  va a subsistir en tu futuro  y a lo que te tendrás que dedicar el resto de tu vida. Es complicado cuando hay demasiadas opciones o hay muy pocas.
 El verdadero problema está cuando sientes inclinación por varias cosas, y además una inclinación apasionada. No sabes si es ciencia o arte. No sabes si son las estrellas o los cuadros. No sabes si son las catedrales o los laboratorios. Los elementos químicos o las notas musicales. Literatura  o fórmulas. Pensamientos o leyes. No sabes si  es la investigación o la admiración. Reflexionas entre Einstein y Dalí. Entre la relatividad o la imaginación. Descubrir algo nuevo o  divagar por la antigüedad. Analizar o disfrutar.  Intriga o pasión. La mente o el corazón, o puede que ambos.
Sabes que esforzándote puedes conseguir lo que quieres, pero no sabes qué elegir.
Y aquí estoy yo, Intentando divisarme más allá, dentro de unos años, pero no consigo ver nada, solo una imagen borrosa que no transmite más que confusión.
 La pregunta es, ¿para cuál de ellas fui creada?
A veces siento que me engaño a mí misma. Es como si intentara escoger algo que no es para mí, que no está hecho para mí por mucho que intente convencerme.  Y tengo miedo de escoger mal, tengo miedo de no aprovechar lo que soy al cien por cien. Quiero ser una persona apasionada con lo que hago, algo que realmente me llene, algo que pueda utilizar y a la vez algo con lo que pueda ser utilizada.
Sé que me encantan los libros, me apasiona  que entre tanto papel y tinta se pueda esconder un mundo fantasioso, una historia de amor, o  la vida de alguna persona que nos dejó su legado. Pero también sé que me intriga el universo, me intriga que esté repleto de cuerpos celestes,  de vacío y  materia oscura.
Me encantan los sentimientos, me encanta que la historia, los monumentos y  los lienzos hoy en día aún nos transmitan algo. Me encanta lo impresionante y  grandiosa que es la naturaleza.
Siempre me han dicho que lo llevo dentro, que tengo talento, que siento y que me fijo en los detalles. Que al escribir engancho a la gente, los remuevo por dentro y les hago llegar a mi mundo.  Dicen que mi voz transmite algo, sensibilidad en las palabras, en el contenido de la melodía. Al tocar el piano me relajo y le desvelo mi dolor.  En los museos de arte siento  gran admiración. Las construcciones históricas me hacen viajar al pasado y pasear entre caballeros y tapices de oro. Puedo percibir el tintineo de las espadas, el roce de los vestidos de ceremonia en las escaleras de madera.  Cuando contemplo las esculturas de mármol siento curiosidad, y ellas me miran como si estuvieran vivas.
¿Puede que realmente me esté engañando? Puede que sea una artista y no me haya percatado de ello.  Puede que corra por mis venas la inspiración y la destreza que el arte conlleva y no haya notado con suficiente fuerza sus latidos. Quizás por eso siempre observo cada movimiento, las miradas y la lluvia. Callada, sin decir nada. Pensando, siempre pensando.
Escribo horas seguidas sin darme cuenta, revivo la música clásica y medito en cada  pintura.
Puede que no sea una cosa o la otra, ambas nos llevan a la fascinación en su esencia. Pero también ambas forman su mundo independiente, diferente.
Estoy confusa. Estoy confusa por saber  que aún no se si se algo. Mi mente divaga por estanterías sin respuesta. Necesito un libro pero no sé donde está, no sé dónde encontrarlo, ni en donde buscarlo. La biblioteca es muy grande  y no tiene ninguna señal que me guíe. Tengo que encontrar ese libro cuanto antes pero no hay manera, mi corazón empieza a latir más y más rápido, y no puedo contener mi propia respiración. El tiempo pasa sin darnos cuenta pero sigo buscándolo, deseando que el reloj de arena no llegue a su fin sin que yo  tenga la respuesta en mis manos. A lo lejos hay una luz, es la del sol que me llama a la tranquilidad, así que le sigo y me siento.
Tiempo después sigo aquí, en mi ventana, sola, con una taza de té caliente, un libro, la brisa del otoño y el cantar de los pájaros. Disfrutando de los colores del atardecer y del caminar de la gente.  Considerando el saber o no saber. 

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