Música para leer

miércoles, 11 de julio de 2012

Una persona maravillosa


 Es guapa, guapísima. Tiene el pelo negro ondulado y ojos con una mezcla de castaño y verde. Estatura media y piel blanca. Sonrisa perfecta y risa graciosa. Le gusta hacer tonterías y divertirse. Se ríe de cosas de las que nadie se ríe, pero me hace reír de cosas por las que nadie reiría. Tiene un humor único y es capaz de dormirse en cualquier lugar. No le gustan los cereales de chocolate, pero le encanta la fruta y las galletas con fresa. Le gusta entrar en todas las tiendas aunque no pueda comprar nada, y ver películas de amor. Es muy emotiva y sentimental, llora con cualquier cosa. El optimismo lo lleva dentro, y el servicio también. Aprender le encanta, al igual que la medicina y el poder ayudar a otras personas. El tacto con las personas es  una de sus cualidades, siempre habla con amor, con palabras cariñosas y agradables intentando no hacer daño nunca. En cierto modo tiene inocencia, como el corazón de una niña que aun no ha descubierto el mal, pero ella si lo ha hecho. Cuando se trata de contentar a sus hijos no importa las ganas que tenga, lo primero  es lo importante. Tiene un espíritu joven, una alegría radiante que ilumina su rostro. Es buena, buena de corazón, dulce, humilde y muy paciente. Compasiva y simple, bondadosa y comprensiva.
Podría decir tantas cosas así… Esta mujer de la que hablo, se llama Elisabeth y es mi madre.
Ella me llevó dentro durante 9 meses, mientras yo me iba formando, mientras cada parte de mi cuerpo se estructuraba. Me dio de comer y me daba respiración. Me llevaba a todos sitios con ella, dentro, calentita. Nací y me dio de comer de su propio cuerpo, me ponía ropa bonita, me bañaba y me acariciaba. Me tapaba con las sábanas para protegerme del frío.  Me cantaba canciones  y me hacía reír.
Crecía y caminé, vi dibujos nuevos, jugábamos en el parque, nos bañábamos en una pequeña piscinita y caminábamos de pueblo a pueblo para ir al médico juntas. Respondía a todas mis preguntas por el camino y me daba la mano al cruzar la calle.
Fui al colegio y me compró mis zapatos preferidos para una de las fiestas, llevándomelos en el último momento para que pudiera tenerlos puestos. Eran azul marino, de una tienda del pueblo. Me gradué a los 12 años y pasé al instituto. Notas, chicos, amor… El. Todas las conversaciones que se tragó conmigo, todos y cada uno de los momentos. Cuando lloré, cuando no entendía, cuando no podía creer que por fin fuera realidad…
Siempre crecí, y siempre me escuchó, en cada momento, incluso cuando la única que podía sentirme era ella, mientras yo daba patadas.
Mil cosas, mil cosas hasta hoy que jamás podría detallar al completo después de tantos años.
Son mil cosas que me han dado la fuerza para seguir adelante, para no dudar en levantarme, para sonreír. Porque es ella quien me da la confianza de dar un paso más, de quitarme el miedo, de enfrentarme y de intentarlo. De ser valiente y no tener miedo.
Siempre me sonríes, y cuando me reprendes lo haces bien. Si nos enfadamos, terminas mandándome un mensaje con perdón y te quiero, aunque no tengas la culpa, o algún dibujo o alguna nota. Si me siento mal, me entiendes y me dejas tranquila, me intentas animar y me preguntas qué me apetece hacer. Me haces comida que me guste y me acompañas en una película. Si no sé qué hacer me ayudas a salir de la duda y me das ese empujoncito para que no sea cobarde. Siempre tratas de  entenderme, te pones en mi lugar, me escuchas y me dejas hablar. Sabes sentir lo que yo siento.  Mis prioridades también son importantes para ti, y las comprendes intentando encontrar siempre el hueco para ellas aunque otras cosas deban quedarse atrás. Piensas en mí como piensas en ti, incluso me pones por delante. Siempre me ayudas a encontrar una solución. Me haces regalos inesperados, haces que disfrute momentos tan significativos para mí como nada, siempre diciéndome ve y diviértete, y olvídate de todo lo demás, solo disfruta. No eliges por tu cuenta, cuentas con los demás. Compartes conmigo, todo, compartes tus sonrisas y tu ropa, compartes tu amor y tus pendientes. Aunque digas que no tienes tiempo siempre terminamos haciendo un bizcochón o algo parecido. Te surgen ideas para nosotras, solo para nosotras. Puedo pedirte lo que sea sin vergüenza o temor. Puedo pedirte consejo y correr detrás de ti para hacerte cosquillas. Puedo pedirte permiso e irme de tiendas contigo. Puedo disfrutar de una madre, una amiga, una persona maravillosa, la mejor mujer que conozco, que podría conocer y que conoceré jamás. Puedo decir que es mi madre, puedo decirlo delante de cualquier persona sin vergüenza, con orgullo, con el mayor orgullo del mundo. Porque me llena el corazón de satisfacción. Porque tengo muchas cosas tuyas en mí. Porque me ha enseñado lo que es amar de verdad, lo que es la comprensión y la bondad. La dulzura y la confianza. Me ha enseñado a divertirme y a hacer postres. Me ha enseñado lo que es la amistad, y lo que es importante. Y mil cosas más que aun se me enseñarás. Y gracias a ella, a que es como es, se que tengo la mejor madre que pueda existir en el universo. Porque no es perfecta, también se equivoca, pero da a ver que aun tiene que aprender como todo el mundo hasta el final. Y esas cosas enseñan más que cualquier otra, la humildad de su corazón, y la confianza de una amiga que me llevó en su vientre mientras me formaba. 


PD: Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario